domingo, 22 de marzo de 2015

Lo peor ya ha pasado



Siento un profundo aprecio por los relatos breves de Eduardo Carrasco (Puerto Lumbreras, 1955). Primero me sedujo con el volumen Amor y dinamita, puesto en circulación por la editorial Tres Fronteras; más tarde, con sus aportaciones a las antologías Veintiséis historias que no vienen a cuento y Relatos cortos para silencios largos; y ahora refrenda esa buena impresión con las veintinueve propuestas de Lo peor ya ha pasado, que está palpitando en la mesa de novedades de las mejores librerías.
En este tomo nos encontramos con un amplio repertorio de argumentos, en los que se abordan innumerables facetas de la vida actual: los problemas derivados de la publicidad de fotos comprometidas en las redes sociales (“No es pelea de gallos”); la intransigencia xenófoba que algunos indeseables continúan alimentando en su vida cotidiana (“Metal pesado”); la incomodidad que ciertos vecinos pueden deparar a las personas que viven en su entorno (“Cultivo doméstico”); el enrarecimiento que se provoca en un hogar cuando uno de los cónyuges, tras el divorcio, se une a otra pareja que no acaba de ser aceptada por su hijo adolescente (“Intruso”); la anómala relación que surge entre una preciosa estudiante de medicina con pocos recursos económicos y su peculiar casero (“La inquilina”); el modo en que un amor inesperado puede truncar una relación estable de pareja (“Concierto para violín”); el inesperado descubrimiento que realiza un prestigioso sumiller cuando se entera de que fue un niño adoptado o más bien sustraído a su madre biológica (“Robado”); la fértil mezcla de humor y religión que puede alcanzarse alrededor de la historia de la anciana María (“Carros de fuego”)… Pero el bloque más significativo y denso es el que Eduardo Carrasco, con pinceladas dispersas e inteligentes, va dedicando a la actual crisis económica. A veces, el cuento abordará la cuestión desde el ángulo del recorte en gastos sanitarios (“No son ángeles”); en otros momentos se centrará en esos ancianos que acogen a sus hijos y nietos para ayudarlos a superar el bache económico (“En la casa del padre”) o en los devastadores efectos de un despido y de un desahucio (“Llevo la suerte”). Pero siempre lo hace desde el enfoque más humano y más exquisitamente literario: sin concesiones al maniqueísmo, el exabrupto, la caricatura o la moralina de tono lacrimógeno.
Como cierre, Eduardo Carrasco alinea una pequeña colección de microrrelatos (trece en total), donde se decanta por matices humorísticos (“El amigo griego”), simbólicos (“Otro asedio”), inquietantes (“Fiesta de disfraces”) o amargos (“Temblor”). Y redondea el libro con el cuento “Fin”, cuyos protagonistas son un escritor que vive una crisis matrimonial y una atractiva empleada de una multinacional que tiene problemas de salud. Juntos vivirán una historia de conclusión vertiginosa.

Es evidente que nuestro periodista controla con solvencia los mecanismos del relato breve y que dosifica sus recursos con inteligencia habilidad, con lo cual sus historias resultan siempre sugerentes y embriagadoras, sea cual sea el registro temático en el que se inscriban. ¿Conviene, por tanto, leer este último libro de Eduardo Carrasco? Definitivamente sí. Y no sólo conviene, sino que resulta muy recomendable hacerlo. Frente a tantas propuestas comerciales con altibajos y lagunas, Lo peor ya ha pasado es una colección seria, compacta y esmaltada de aciertos. Si andan buscando un libro hermoso para disfrutar de buenas historias, no lo duden: elíjanlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tiene que estar muy interesante primo , lo buscaré y lo leeré , gracias por continuar en la lucha titánica en la que estas envuelto para hacer que leer sea algo cotidiano , y que no nos miren con extrañeza cuando estemos en la sala de espera y saquemos nuestro libro de la bandolera en vez de un android , un saludo ( Julio Benavente Ibernón )