Siento un profundo aprecio por los relatos breves de Eduardo
Carrasco (Puerto Lumbreras, 1955). Primero me sedujo con el volumen Amor y dinamita, puesto en circulación
por la editorial Tres Fronteras; más tarde, con sus aportaciones a las
antologías Veintiséis historias que no
vienen a cuento y Relatos cortos para
silencios largos; y ahora refrenda esa buena impresión con las veintinueve
propuestas de Lo peor ya ha pasado,
que está palpitando en la mesa de novedades de las mejores librerías.
En este tomo nos
encontramos con un amplio repertorio de argumentos, en los que se abordan
innumerables facetas de la vida actual: los problemas derivados de la
publicidad de fotos comprometidas en las redes sociales (“No es pelea de
gallos”); la intransigencia xenófoba que algunos indeseables continúan
alimentando en su vida cotidiana (“Metal pesado”); la incomodidad que ciertos
vecinos pueden deparar a las personas que viven en su entorno (“Cultivo
doméstico”); el enrarecimiento que se provoca en un hogar cuando uno de los
cónyuges, tras el divorcio, se une a otra pareja que no acaba de ser aceptada
por su hijo adolescente (“Intruso”); la anómala relación que surge entre una
preciosa estudiante de medicina con pocos recursos económicos y su peculiar
casero (“La inquilina”); el modo en que un amor inesperado puede truncar una
relación estable de pareja (“Concierto para violín”); el inesperado
descubrimiento que realiza un prestigioso sumiller cuando se entera de que fue
un niño adoptado o más bien sustraído a su madre biológica (“Robado”); la
fértil mezcla de humor y religión que puede alcanzarse alrededor de la historia
de la anciana María (“Carros de fuego”)… Pero el bloque más significativo y
denso es el que Eduardo Carrasco, con pinceladas dispersas e inteligentes, va
dedicando a la actual crisis económica. A veces, el cuento abordará la cuestión
desde el ángulo del recorte en gastos sanitarios (“No son ángeles”); en otros
momentos se centrará en esos ancianos que acogen a sus hijos y nietos para ayudarlos
a superar el bache económico (“En la casa del padre”) o en los devastadores
efectos de un despido y de un desahucio (“Llevo la suerte”). Pero siempre lo
hace desde el enfoque más humano y más exquisitamente literario: sin
concesiones al maniqueísmo, el exabrupto, la caricatura o la moralina de tono
lacrimógeno.
Como cierre,
Eduardo Carrasco alinea una pequeña colección de microrrelatos (trece en
total), donde se decanta por matices humorísticos (“El amigo griego”),
simbólicos (“Otro asedio”), inquietantes (“Fiesta de disfraces”) o amargos
(“Temblor”). Y redondea el libro con el cuento “Fin”, cuyos protagonistas son
un escritor que vive una crisis matrimonial y una atractiva empleada de una
multinacional que tiene problemas de salud. Juntos vivirán una historia de
conclusión vertiginosa.
Es evidente que
nuestro periodista controla con solvencia los mecanismos del relato breve y que
dosifica sus recursos con inteligencia habilidad, con lo cual sus historias
resultan siempre sugerentes y embriagadoras, sea cual sea el registro temático
en el que se inscriban. ¿Conviene, por tanto, leer este último libro de Eduardo
Carrasco? Definitivamente sí. Y no sólo conviene, sino que resulta muy
recomendable hacerlo. Frente a tantas propuestas comerciales con altibajos y
lagunas, Lo peor ya ha pasado es una
colección seria, compacta y esmaltada de aciertos. Si andan buscando un libro
hermoso para disfrutar de buenas historias, no lo duden: elíjanlo.
1 comentario:
Tiene que estar muy interesante primo , lo buscaré y lo leeré , gracias por continuar en la lucha titánica en la que estas envuelto para hacer que leer sea algo cotidiano , y que no nos miren con extrañeza cuando estemos en la sala de espera y saquemos nuestro libro de la bandolera en vez de un android , un saludo ( Julio Benavente Ibernón )
Publicar un comentario