El quinto volumen de la Correspondencia
de Friedrich Nietzsche publicada por la editorial Trotta se lanzó en 2011.
Abarca el período comprendido entre enero de 1885 y octubre de 1887, y el
responsable de la traducción fue Juan Luis Vermal, que introdujo además 568
espléndidas notas finales aclarando nombres de personajes o situaciones
históricas.
El filósofo alemán sigue comentándonos las
erosiones de su salud, sobre todo su estómago y sus ojos (en una carta dirigida
a su madre y hermana firma como “vuestro Fritz casi ciego”. Y se siguen
acentuando también los rasgos evidentes de megalomanía. En la carta 740 anota
sin ambages: “ Todos los indicios hablan a favor de que en los últimos años se
prestará mucha atención a mis libros (en la medida en que, dicho sea con su
permiso, soy con mucho el pensador más independiente y que más piensa en gran
estilo de esta época); se tendrá necesidad
de mí, y se harán todos los intentos posibles de acercarse a mí, de
comprenderme, de explicarme”; un poco
después (carta 752) rematará el juicio: “No quiero tener razón para hoy y
mañana, sino por milenios”. Esas enérgicas convicciones no le impiden
procurarse editores que favorezcan la venta de sus libros. Enfadado con
Schmeitzner (que no difunde sus obras ni consigue vender ejemplares a su gusto)
conseguirá que Ernst Wilhelm Fritzsch se haga con los derechos de sus obras, y
comienza a escribir para él nuevos prólogos y textos revisados, con la voluntad
(humana, demasiado humana) de ser más conocido y reconocido. De hecho, y aunque
después de concluir Más allá del bien y
del mal ha manifestado su deseo de no ser publicado en mucho tiempo, apenas
pasados unos días se ofrece al editor Heymons (carta 687). Y cuando éste le
contesta de forma negativa insiste, aceptando cobrar derechos solamente cuando
se hayan vendido ya 600 ejemplares del libro (carta 689). La preocupación por
las ventas (que él quiere maquillar de despreocupación, pero que reaparece una
y otra vez en sus líneas) le lleva a escribir a su amigo Franz Overbeck: “Ni yo
ni ningún editor podemos mantener el lujo de una literatura cuyos interesados
apenas superan el número de 100”
(carta 858). Resulta sin duda chocante que para Friedrich Nietzsche, que
consideraba que su trabajo Así habló
Zaratustra era “el libro más profundo y luminoso que existe” (carta 574) y
que escribió que “el fundador del cristianismo es superficial en comparación
conmigo” (carta 583), estas cuestiones económicas resultaran tan obsesivas.
Capítulo aparte merecen las alusiones a la terrible
soledad que el filósofo notaba a su alrededor. Huérfano de amigos, colegas o
familiares que fueran capaces de entender sus ideas, se sintió más aislado de
lo que nadie podría soportar. “No vive ahora nadie que a mí me importe mucho; las personas que aprecio están
hace largo, largo tiempo muertas”, anota en la carta 581; y poco después se
dirige a su hermana Lisbeth con estas desconsoladas frases: “Si me he enfadado
mucho contigo, ha sido porque me obligaste a abandonar a las últimas personas
con las que podía hablar sin hipocresía. Ahora estoy solo” (carta 583); y un
poco más tarde aún, escribiéndole a Franz Overbeck: “¡Si pudiera darte una idea
de mi sentimiento de soledad! Ni entre los vivientes ni entre los muertos tengo
a nadie con quien me sienta afín” (carta 729)... Esa soledad, mezclada con los
casi interminables quebrantos de su salud, le llevan a manifestar algunas veces
unas ideas teñidas por el egoísmo: cuando se confirma que su hermana va a
casarse con Förster, Nietzsche piensa que de esa forma su madre quedará
liberada para cuidarlo a él como enfermera.
Y para quienes aún crean en ese disparate de que
Nietzsche fue un inspirador del odio nazi contra los judíos, ahí van algunas
frases: cuando tiene que insultar a la editorial de Schmeitzner lo hace con el
marbete de “agujero de antisemitas” (carta 649); cuando explica sus
desavenencias con su cuñado Bernhard Förster lo justifica por el modo en que
éste odia a los judíos (carta 674); cuando escucha una interpretación
antisemita de su Zaratustra, Nietzsche anota que “me ha hecho reír mucho”
(carta 820); y cuando el ideólogo Theodor Fritsch le hace llegar sus
publicaciones antijudías, Nietzsche se las devuelve y le ruega que no le envíe
más (carta 823). Se trata del pensamiento coherente de quien ya había escrito a
su madre en septiembre de 1886: “¡Que el cielo se apiade de la inteligencia
europea si se le quisiera sustraer la inteligencia judía” (carta 750).
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