Tras
una primera aproximación no desagradable al escritor argentino Leopoldo Lugones
(el libro Alas, que ya comenté aquí en el año 2009: https://rubencastillo.blogspot.com/2009/10/alas_11.html), me
acerco hasta los poemas contenidos en su Romancero, y la
experiencia ya no me deja, ay, tan buen sabor de boca. Todas las composiciones que
aquí recopila el autor son un sofoco continuo de amor arrebatado, pasional,
volcánico; un amor puro y que no puede acabar sino con la muerte; un amor que
no admite moderación ni calma. O sea, un arrebato romanticoide tras otro, que
termina por cansar a partir de la página 20, por más buena voluntad que se le
quiera poner a la lectura. Me encuentro, evidentemente, con pupilas que no son
negras (qué ordinariez), sino violetas (p.138); con "tules" que
siempre riman con "azules" y con "amor" que siempre rima
con "dolor"; con tristes lágrimas para las que solo la tumba actuará
como alivio; y con algunos intentos de ofrecer imágenes más originales, a
riesgo de caer en la idiocia estupefaciente ("La rana no es más que una /
tecla en la noche estival. / Una tecla de cristal / del piano de la
luna"). Sultanes, amaneceres, reyes enamorados, abedules, visires, sombras
esquivas, guitarras dolientes, esclavas bellísimas y ojos lánguidos que abaten
sus pestañas como ocasos celestiales completan estas composiciones con su
salpicoteo ñoño. En suma, unos poemas que parecen destinados a convertirse en
billetitos seductores para doblegar el ánimo de señoritas dengues.
He tenido, eso sí, el coraje de recorrer las ciento cincuenta páginas del tomo, por si acaso encontraba algo más (lo que fuera) digno de apuntación. Espero que mi paciencia sea aplaudida.
1 comentario:
Al parecer era buen cuentista, poeta no tanto.
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