Su
nombre estaba por ahí, rondándome. Las cubiertas de sus libros, también. Pero
me faltaba dar el paso: leer alguno de ellos. Decía Dámaso Alonso que el último
salto siempre es intuitivo: aceptaremos (adaptada) la sentencia. El último
salto también es azaroso. A veces, tardamos años en darlo; a veces, no lo
hacemos nunca. No por alguna razón especial, sino porque sí. Con la sueca
Camilla Läckberg he optado por darlo, y el resultado me ha dejado muy
satisfecho: creo que es una narradora magnífica. Para entrar en su territorio
de un modo cómodo opté por los relatos contenidos en el volumen Tormenta de
nieve y aroma de almendras, traducidos por tres personas distintas: Marta
Armengol (“Tormenta de nieve y aroma de almendras”), Carmen Montes (“Un día de
perros”, “Una muerte elegante” y “Soñar con Elisabeth”) y Mar Vidal (“El Café
de las Viudas”).
En
esos cuentos me he topado con todo tipo de alicientes: viejos millonarios que
mueren por ingesta de cianuro y que son introducidos en una cámara frigorífica
para mantener el cuerpo en buenas condiciones mientras amaina una feroz nevada;
herederos caprichosos que, como buitres, dan saltitos nauseabundos alrededor de
quien posee la fortuna que puede aliviar o solucionar sus problemas económicos;
adolescentes que se refugian en la comida para olvidarse de un padre
maltratador, que golpea con saña a su esposa; mujeres que utilizan sus saberes
químicos para ayudar a otras mujeres, sofocadas por relaciones tóxicas; dueñas
de boutiques que son asesinadas por la persona menos esperada; o damas que,
inquietas por el modo en que murió la primera mujer de su marido, temen por su
integridad durante una terrible tormenta marítima.
Pero
si tuviera que quedarme con dos elementos claves en estas narraciones, yo
elegiría sin duda su magistral control del relato (Läckberg cuenta muy
bien, sin estridencias, con elevada eficacia y capacidad de seducción) y el
humor (que está presente, aunque parezca paradójico, en algunas de las mejores
páginas de estos cuentos policíacos).
Tengo clarísimo que no será mi última aventura lectora con ella.
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