Lo
compruebo con felicidad y con gratitud: cada nuevo libro que leo de Ángeles
Caso me gusta tanto o más que el anterior. Y eso me anima a suponer que iré
buscándolos todos, para incorporarlos paulatinamente a este Librario íntimo. En
esta ocasión, he disfrutado con las páginas de Quiero escribirte esta noche
una carta de amor, donde la ensayista asturiana selecciona y comenta una
enorme colección de misivas escritas por mujeres a lo largo de la Historia,
siguiendo un patrón ameno y luminoso: en primer lugar, nos aporta una semblanza
sobre la mujer protagonista, espléndidamente redactada, donde selecciona con
exquisita sensibilidad los datos biográficos más pertinentes y los transforma
en un texto que, alejado de cualquier estrechez “informativa”, se convierte en
una pieza cálida, entrañable y humanísima; en segundo lugar, nos ofrece un
riguroso ramillete de cartas, con anotaciones clarificadoras, que nos sitúan en
el contexto en el que fueron escritas. El resultado es que saboreas una decena
de páginas y tienes la sensación de haber absorbido la información (y no
exagero) de toda una enciclopedia, con la ventaja añadida de que el modo
ha sido tan agradable (literariamente) como convincente (desde el punto de
vista humano).
De
esa manera, somos invitados a conocer la desdichada y frustrada historia de
amor entre Abelardo y Eloísa (siglo XII), que fue castigada con la castración
de él y, después, con la reclusión de ella en un centro religioso; el presunto
amor que sintió la poderosa abadesa Hildegarda de Bingen por su monja
predilecta, Richardis von Stade, aunque ignoramos si llegó a convertirse en un
sentimiento carnal o mutuo; los interesantes amores cortesanos de Ninon de
Lenclos, célebre mujer de la sociedad parisina del siglo XVII, que vivió con
libertad hedonista en todos los ámbitos, incluido el sexual, y que a su muerte
dejó una partida de dinero para que pudiese estudiar el hijo de su notario (al
crecer, ese niño se convirtió en el famoso Voltaire); el encendido amor
imposible que calcinó a Charlotte Brontë y que tenía como destinatario al profesor
Constantin Héger, un hombre casado al que dirigió cuatro cartas tan deliciosas
como inútiles; los diminutivos constantes que introdujo en sus cartas de amor
la filósofa María Zambrano, que fue madre antes de los veinte años y que perdió
a ese único hijo de una forma terrible en plena lactancia; los intensos matices
del triángulo amoroso (platónico) que unió a Marina Tsvietáieva con Boris
Pasternak y Rainer Maria Rilke (recomiendo de forma encarecida que se lea con
especial unción la carta póstuma de Marina a Rainer Maria: resulta
impresionante); o, en fin, las misivas jugosas de George Sand, Virginia Woolf, Vita
Sackville-West o Simone de Beauvoir. Se abra por donde se abra el volumen, la
sensación de belleza, entrega o dolor (dependiendo de cada caso) es continua.
Una obra espléndida, donde la reivindicación de la mujer, el amor a la literatura y la amenidad se dan la mano. Muy muy muy recomendable.
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