miércoles, 18 de diciembre de 2024

El peor ciego

 


Seguramente conocen ustedes la segunda parte de la fórmula “No hay peor ciego que…”, así que me ahorraré la impertinencia de recordársela. Lo que no me ahorraré será trasladarles el consejo (esto sí que sí) de que busquen la novela que, con motivo de esa fórmula, escribió Raúl Jiménez y que fue galardonada con el premio Sloper en 2019.

Déjenme que les sitúe un poco en sus páginas de arranque, aunque les aseguro que no les voy a desvelar nada trascendente… Imaginen que nos encontramos en una zona suburbial, junto a una cementera, donde todo son terraplenes, pobreza, niños que se saludan a pedradas y silencios rencorosos. Ahora reduzcamos el plano y entremos en una de las casas: allí viven cuatro chiquillos con su madre. El padre los abandonó hace tiempo y ella, derrumbada por su afición al alcohol y el sexo, protagoniza unos espectáculos bochornosos (quitarse ropa en público, por ejemplo), que la han convertido en foco de críticas o burlas. Un día, a causa de una broma chulesca de los zagales, se desencadena un conjunto de acontecimientos que termina alejando del pueblo a los dos mayores (Luis y el narrador de la historia), quienes han tomado la decisión de dirigirse hacia Almería para probar suerte en el mundo del cine, en alguna de aquellas películas del oeste que se rodaban allí. A partir de entonces, sus destinos trazarán el dibujo de una trenza: a veces, se anudan; a veces, divergen. Luis se convertirá en un perdedor canónico (drogas, mendicidad, alcohol, mentiras continuas), mientras que para su hermano todo adoptará otros colores (trabajo en un hotel, una pareja sorprendente, dinero).

Pero entonces surge la magia narrativa de Raúl Jiménez y, a base de pinceladas dispersas (que se intensifican en los capítulos finales), entrevemos otra posible interpretación para la novela, mucho menos complaciente, mucho más amarga. ¿Quién es, realmente, el peor ciego? ¿Quien se resigna o quien se miente? ¿Quien baja la cabeza o quien la alza con embustes consoladores? Les aseguro que van a sentir un nudo en el estómago cuando caminen por esas páginas finales.

Que sí, oigan, que este fabulador sabe lo que se hace y que despliega en El peor ciego un excelente muestrario de sus virtudes como novelista. Y que no se la pierdan.

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