sábado, 14 de diciembre de 2024

Cadillac Ranch

 


Su nombre, como el de Miguel Sánchez Robles, se ha convertido en una referencia mítica en el mundo de los premios literarios españoles. Pero, a diferencia de lo que ocurre en otros casos (no me abocaré a la grosería de concretar), sus textos son espléndidos desde el punto de vista literario. De ahí que no resulte nada asombroso, aunque sí plausible, que cuando ha decidido reunir algunos de sus cuentos mejores en un volumen, este haya merecido que el jurado del Setenil lo condecore con su máximo galardón.

Hablamos de Cadillac Ranch, una antología excelsa donde podemos descubrir o redescubrir la brillantez del gaditano Antonio Tocornal, que nos habla de cierto conductor solitario que se adentra por la Ruta 66 de los Estados Unidos para dar cumplimiento a una vieja promesa juvenil; de una casa que, a pesar de que mantiene su forma externa, se expande interiormente hasta alcanzar dimensiones enloquecidas o cósmicas; de un jardinero jubilado que destina una parte de su pensión a extrañas adquisiciones botánicas; del asombroso proceder que desarrolla el consejero delegado de una entidad bancaria, justo antes de incorporarse a una reunión de accionistas de la que saldrá convertido en una persona multimillonaria; de un pintor atrapado (y envilecido) por el mercado del arte; del hombre en cuya mano izquierda comienza a crecer un pequeño pueblo, con sus diminutos habitantes; de la turbadora misión que acepta sin pestañeos un representante de artículos de ferretería, que ha viajado a un país extranjero; y de otra amplia serie de personajes que, para su disfrute, ni siquiera voy a cometer la insolencia de enumerar, con el fin de que los descubran ustedes sin ayuda.

De todas formas, convendría que los admiradores a ultranza de Antonio Tocornal moderen su euforia, porque el mismo autor, de forma inequívoca, ha reconocido en el último de los textos del libro (dando pie a que varios jurados, creo yo, puedan impugnar los galardones que le han concedido en el pasado) que sus obras más exitosas han sido en realidad compuestas por negros literarios. Salvado ese punto, sobre el que convendría abrir debate, todo magnífico.

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