Cuando
llegó a mis manos el libro La guerra de Nico, la novela galardonada con
el premio Edebé de literatura infantil de este año, realicé un experimento:
dejé el libro encima de la mesa y, tras observar que mi hijo Álvaro (13 años)
lo cogía para leerlo, esperé con paciencia. Cuando volvió a dejar el tomo en la
mesa, un par de días después, le pregunté: “¿Qué tal?”. Su respuesta fue
tajante: “Chulo. Muy triste”. No se me ocurre una crítica literaria más exacta.
Porque esta novela del barcelonés Josan Hatero es, rigurosamente, eso que mi
hijo condensó en tres palabras: chula y muy triste.
Imaginen
a un niño de once años, llamado Nicolás Franz, que por sorpresa recibe una
notificación donde se le comunica que debe incorporarse, sin excusa y con
carácter inmediato, a las filas del ejército, para luchar por su país en
guerra. La madre y el propio Nico tratan de explicar al reclutador que el
citado “Nicolás Franz” tiene que ser su padre, porque él no es más que un niño;
pero de nada valen esas juiciosas consideraciones, ante la burocracia más absurda
y más cerril. De este modo se inicia una narración delirante donde
comprobaremos cómo el chiquillo es trasladado en un larguísimo viaje en tren,
rapado al uno, vacunado contra el tétanos, instalado en un barracón con otros
chicos y, después, sometido a una disciplina castrense que incluye, entre otras
sevicias, marchas y sesiones de tiro. Nadie parece dispuesto a remediar esta
insensatez (“Ahora ya no eres un niño, eres el recluta Franz”, 46), ni tampoco
a suavizar las normas en atención a sus pocos años, obligándolo a que haga las
cosas a toda velocidad (“No sé si nos están preparando para la guerra o para
participar en unas olimpiadas”, 57).
Durante
ese tiempo, Nico asistirá a escenas terribles (intentos de deserción,
tentativas de suicidio, incluso una muerte en sus brazos), que eliminan
cualquier posibilidad de ver estas páginas como una narración edulcorada y que
convierten la novela en una descarnada denuncia de la locura bélica, que
convierte a los seres humanos en alimañas.
Sin duda, un libro valiente, valientemente premiado por Edebé. Léanla con sus hijos.
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