Ignoraba,
hasta hace unas semanas, no solamente la obra, sino el nombre mismo del
escritor japonés Junichiro Tanizaki, pero ha querido la suerte que acabe de
resolver ese desconocimiento con la lectura de su delicada novela Retrato de
Shunkin, que traduce del idioma inglés María Luisa Balseiro y que publica
el sello Siruela. En ella se nos cuenta la asombrosa historia de una
fascinación, de un deslumbramiento, de un éxtasis religioso. Y uso esos
términos porque hablar de “amor” para referirse a lo que siente Nukui Sasuke
por la ciega Mozuya Koto resulta, sin duda, inexacto, por insuficiente. El
muchacho, que se convirtió desde su niñez en guía de la joven, rica y
caprichosa Mozuya, le ha tributado todas sus energías a ese oficio, todo su
corazón a esa tarea, todas sus horas a ese fervor. Nada le ha importado que
ella se muestre altanera con él y que lo llame “aprendiz” o “siervo”. Nada le
afecta su trato desdeñoso. Ella, a su entender, es una diosa. Y las diosas no
están obligadas a mostrarse agradecidas a sus adoradores: juzgan que su
veneración es tan lógica como natural. Durante años, ha cuidado de ella con la
alegría íntima de un perro fiel. Y seguirá haciéndolo cuando un salvaje sin
escrúpulos entre en la casa y vierta un líquido ardiendo sobre el rostro de la
joven, dejándola desfigurada. Pero el modo increíble en que lo hace… Ah, eso lo
tiene que descubrir cada persona que se acerque hasta el libro.
Elegante en su forma de contar, con esa condición sigilosa, sosegada, leve, casi gatuna, que tienen muchos narradores nipones, Tanizaki nos brinda una historia realmente magnífica, que consigue seducir y emocionar desde la primera hasta la última de sus páginas. Y no es una frase hecha.
PRECIOSA.
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