Siempre
me ha parecido una infundada osadía afirmar que existe (o que no existe) algo
trascendente más allá de la muerte. No se trata de que no sepamos lo que
acontece después, sino que no podemos estar seguros. El creyente se aferra a su
fe positiva y el ateo se aferra a su fe negativa, pero ninguno de los dos puede
saber si está en lo cierto: se limita a postular una hipótesis y
recubrirla de mármol, para darle apariencia de solidez incontestable. Cada uno
de ellos atesorará, como Fafner, cuantos “argumentos” le den la razón, cuantas
paradojas lo auxilien o reconforten, cuantos interrogantes sean imposibles de
contestar por “los otros” y que parezcan apoyar su tesis. Pero ninguno sabe.
En
su reciente volumen Éter (publicado por la editorial Malas Artes después
de haber resultado finalista en el VIII Certamen Malas Artes de Terror,
Fantasía y Ciencia Ficción), el versátil y siempre convincente José Antonio
Jiménez-Barbero aborda este tema “fronterizo” y el resultado es una novela de
sólida textura y de magnífico desarrollo narrativo, donde descubriremos la
existencia de una serie de personas que, dotadas con unos poderes psíquicos
extraordinarios, sufren la presión de enfrentarse a unas misteriosas fuerzas
oscuras que vienen desde el Otro Lado y que no dudan a la hora de emplear
cualquier arma para conseguir sus propósitos: secuestros, torturas,
experiencias científicas pavorosas, suplantación de cuerpos, manipulaciones
mentales y otra porción de artimañas nauseabundas, que cada persona que lea la
novela irá descubriendo con fascinación y horror, porque el autor de la obra es
un maestro a la hora de crear atmósferas.
¿Que
quedarán ustedes seducidos por la figura de Konstantin? Se lo garantizo. ¿Que
se compadecerán por el destino que aguarda a Victoria? Ni lo duden. ¿Que
sentirán la piel erizada en varios momentos de la narración? Por supuesto. ¿Que
llorarán en las páginas finales? Probablemente.
Maestro del discurso y de los resortes narrativos, José Antonio Jiménez-Barbero vuelve a demostrar que no es un gran novelista de género, sino un gran novelista. Sin etiquetas restrictivas. Un gran novelista. Súmense al círculo de sus adeptos.
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