jueves, 30 de mayo de 2024

Pastillas debajo de la lengua

 


Hay libros que, bajo su engañosa apariencia, no son realmente libros, sino otra cosa. Lo constaté al terminar Los lagos de Norteamérica (https://rubencastillo.blogspot.com/2019/12/los-lagos-de-norteamerica.html) y vuelvo a experimentar la misma sensación con la última entrega poética de Luis Sánchez Martín, en el sello Liliputienses, que se titula Pastillas debajo de la lengua y que nos invita a un viaje turbador y desgarrado por la mente, el corazón y la memoria de un ser herido por las tribulaciones, que navega por el alcohol, el llanto, la farmacopea, la soledad y las ideas suicidas en un mundo en el que Dios ha muerto y se lo ha llevado todo. Cursó estudios de Ingeniería y de Empresariales (abandonó cuando no le permitieron aprobar una asignatura con un 4’8), e incluso se defiende con el idioma inglés, pero trabaja como camarero y escucha de continuo la letanía de que no debe quejarse, porque otros están peor. No puede esperar nada de su familia. No puede esperar nada del amor. No puede esperar nada. Punto.

Hay tragos que adormecen, pastillas que anulan artificialmente la angustia o que disimulan el naufragio, pero los gritos no se solucionan simplemente mordiendo un pañuelo. La voz poética intenta “acariciar las bombillas / que iluminan esta habitación / llena de ciegos” y se siente como el cigarrillo que, abandonado en el borde de un cenicero, se ha convertido en una fría columna gris, que una simple brisa puede desbaratar. Ni siquiera cobija la ilusión de que las cosas viren hacia un territorio menos hostil, porque “la esperanza es una enfermedad / que mata mientras esperas”. Y, sobre todo, ha aprendido que lo terrible de la depresión y de la tristeza profunda es que, en ese lodazal, siempre se está solo, por más manos que se tiendan o finjan tenderse. Eres un Minotauro, auxiliado o aturdido por esas pastillas que, situadas bajo la lengua, te regalan su oasis engañoso pero imprescindible.

Insisto: un volumen durísimo, que hay que leer y que duele leer. Un testimonio lleno de crudeza y con gotas de sangre y de alcohol empapando cada página. Una crónica del extrarradio. Un bisturí sin misericordia.

IMPRESCINDIBLE.


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