Hay
libros que, bajo su engañosa apariencia, no son realmente libros, sino otra
cosa. Lo constaté al terminar Los lagos de Norteamérica (https://rubencastillo.blogspot.com/2019/12/los-lagos-de-norteamerica.html) y
vuelvo a experimentar la misma sensación con la última entrega poética de Luis
Sánchez Martín, en el sello Liliputienses, que se titula Pastillas debajo de
la lengua y que nos invita a un viaje turbador y desgarrado por la mente,
el corazón y la memoria de un ser herido por las tribulaciones, que navega por
el alcohol, el llanto, la farmacopea, la soledad y las ideas suicidas en un
mundo en el que Dios ha muerto y se lo ha llevado todo. Cursó estudios de
Ingeniería y de Empresariales (abandonó cuando no le permitieron aprobar una
asignatura con un 4’8), e incluso se defiende con el idioma inglés, pero
trabaja como camarero y escucha de continuo la letanía de que no debe quejarse,
porque otros están peor. No puede esperar nada de su familia. No puede esperar
nada del amor. No puede esperar nada. Punto.
Hay
tragos que adormecen, pastillas que anulan artificialmente la angustia o que
disimulan el naufragio, pero los gritos no se solucionan simplemente mordiendo
un pañuelo. La voz poética intenta “acariciar las bombillas / que iluminan esta
habitación / llena de ciegos” y se siente como el cigarrillo que, abandonado en
el borde de un cenicero, se ha convertido en una fría columna gris, que una
simple brisa puede desbaratar. Ni siquiera cobija la ilusión de que las cosas
viren hacia un territorio menos hostil, porque “la esperanza es una enfermedad
/ que mata mientras esperas”. Y, sobre todo, ha aprendido que lo terrible de la
depresión y de la tristeza profunda es que, en ese lodazal, siempre se está
solo, por más manos que se tiendan o finjan tenderse. Eres un Minotauro, auxiliado
o aturdido por esas pastillas que, situadas bajo la lengua, te regalan su oasis
engañoso pero imprescindible.
Insisto:
un volumen durísimo, que hay que leer y que duele leer. Un testimonio lleno de
crudeza y con gotas de sangre y de alcohol empapando cada página. Una crónica
del extrarradio. Un bisturí sin misericordia.
IMPRESCINDIBLE.
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