viernes, 2 de junio de 2023

Cuerda de presos

 


El novelista barcelonés José Antonio Jiménez-Barbero no deja (y eso está bien) de sorprender a sus lectores. Y lo hace porque, contra todo encasillamiento, se desenvuelve con la misma solvencia en ambientes y temáticas muy distintas. Ya lo conocíamos buceando por la mente humana (su notable “Trilogía del psicópata adolescente”), investigando crímenes acaecidos en el ámbito académico (La Facultad), ejecutando sangrientas venganzas familiares (Diario de un maldito), abordando casos durísimos de acoso (El niño que no quiso llorar) o llevándonos de la mano hasta territorios diabólicos (El demonio escondido). Ahora, en su reciente Cuerda de presos (Cosecha Negra Ediciones), ha decidido que vayamos con él hasta la cárcel Puerto II, de Cádiz, donde confluyen varias personas muy distintas: un antiguo profesor de literatura que cometió un crimen espantoso para proteger a su hija; un chaval jovencísimo que sobrevivió al exterminio de una colla del mundo de la droga en La Línea de la Concepción; un peligroso criminal hispanoamericano llamado Hipólito; el astuto e inmisericorde Abdul, que ejerce un control despiadado sobre buena parte de los reclusos; el patriarca gitano Heredia, que lo mira todo y luego toma decisiones; el cada vez más alcoholizado Alonso Montalbán, director del centro penitenciario… Con todos esos personajes, José Antonio Jiménez-Barbero construye una trama perfectamente medida, en la que los vectores positivos (la cultura de César, la nobleza escondida de Raúl) y los negativos (una sodomización, varias violaciones, las amenazas proferidas entre dientes, las navajas apoyándose en carótidas) mantienen un equilibrio narrativo que en otras manos menos habilidosas se habría decantado hacia territorios más bien increíbles, pero que en las suyas provoca un continuo atasco de saliva en la garganta. Y qué final, oigan. Qué final.

Si deciden ustedes sumergirse en esta obra (les recomiendo que lo hagan, aunque la temática negra o carcelaria no les atraiga especialmente), descubrirán el modo brillante en que se dibuja una caída (Alonso), en que se esboza una redención (Dolores) y en que se analiza, en fin, el comportamiento humano, casi siempre ambiguo, casi siempre poliédrico. En estas páginas excelentes no hay blancos ni negros: aquí disponemos de un arco iris variadísimo, donde todos los personajes se desplazan de color a color, en función de las presiones externas o de la reflexión íntima. Quien comenzó como ángel deviene demonio, y viceversa. O quizá se trate de que, en el fondo, todos cobijamos luces y sombras, todos escondemos ciénagas y esplendores; y llega un momento crítico, un punto de inflexión, en el que nos decantamos por instalarnos en un territorio y atrincherarnos en él.

Lean a José Antonio Jiménez-Barbero. No se priven de ese placer narrativo.

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