Mal
cuerpo. Creo que son las dos palabras que mejor definen el estado en que me
encuentro tras terminar la lectura de Futuros peligrosos, de Elia
Barceló. Y no se trata de una crítica negativa, ni de un reproche a la autora:
es evidente que ese propósito se encontraba entre las prioridades de su
trabajo. Habitualmente, cuando alguien me pregunta qué entiendo por un buen
libro, suelo responder que en mi opinión se trata de aquella obra que consigue
el objetivo perseguido por quien lo ha escrito: si intentaba darnos miedo y nos
lo da, si trata de llevarnos a las lágrimas y lo consigue, si se marcaba como
meta hacernos sufrir y lo hace. En Futuros peligrosos, la escritora
alicantina (lo juzgo evidente) trataba de remover nuestro interior,
inquietarnos con las posibilidades más oscuras del porvenir y la asechanza de
sus peores pesadillas. El objetivo, desde luego, se cumple con gran eficacia,
porque Elia Barceló es una narradora de solidísimo pulso: sabe activar siempre
los mejores recursos para conseguir sus propósitos.
Imaginemos
por un momento que fuera posible disponer de unos seres que, en apariencia
todopoderosos, fueran capaces de satisfacer todos nuestros caprichos, del tipo
que sean; imaginemos que la empresa que estudia nuestra contratación estuviera
facultada para recabar datos de cámaras urbanas, redes sociales y correos
electrónicos no encriptados, con el fin de conocernos más; imaginemos
que la vigilancia de nuestra salud llegara a los extremos de prohibir el
tabaco, el alcohol, los azúcares, las grasas y otros peligros, convirtiéndonos
en grises seres longevos, macerados por la languidez; imaginemos que la
ingeniería genética nos permitiera disponer de un cuerpo más joven y sano que
el nuestro, usurpándolo a su legítimo propietario; imaginemos que la clonación
activase un protocolo, en virtud del cual dispusiéramos de “recambios” para no
morir del todo; o, en fin, imaginemos (y con ese relato vomitivo y
perturbador se cierra el volumen) que se crease un programa televisivo donde
los inmigrantes que llegan en pateras se convirtiesen en protagonistas de una
cacería humana, cuyo premio consiste en la obtención de un contrato de trabajo para
el superviviente.
Para estómagos fuertes y para mentes dispuestas a llegar al límite.
1 comentario:
Entiendo, Rubén, que es un libro de relatos dado que hablas de un "relato vomitivo que cierra el volumen". Fíjate que, creo, que no he leído nada de Elia Barceló y eso que me he encontrado muchas reseñas de obras suyas. A ver si pongo remedio a esto.
Un fuerte abrazo
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