Para
quienes tuvieron el buen gusto de leer, para sí o para sus hijos, la
refrescante y divertida novela El Club de las Cuatro Emes (que fue
galardonada con el XXIX Premio Edebé de Literatura Infantil en 2021), las
librerías ofrecen desde el mes de febrero una espléndida continuación: El
Club de las Cuatro Emes: A cara de perro. En esta ocasión, el placentino
Juan Ramón Santos nos conduce a través de una historia donde los animales se
convierten en piedra angular del relato: desde que observan los curiosos
parecidos entre los dueños de los perros y sus mascotas hasta que terminan
saliendo en el periódico, por la resolución de un nuevo caso. Matilde, Manuel y
las dos Marías contarán esta vez con la colaboración de varias personas de
Pomares (Peluqui, Giménez y Jiménez, etc), pero quisiera llamar la atención de
forma particular sobre una de ellas: el extraño profesor de instituto que ya aparecía
en El síndrome de Diógenes, un magnífico relato con el que Juan Ramón
Santos obtuvo el premio Felipe Trigo. Ahora, este personaje vuelve a aparecer
con su asombrosa capacidad para entender el lenguaje de los perros; y desempeña
un papel divertido y crucial en la narración.
Espero
no equivocarme cuando auguro una larga vida a este grupo de inquietos
investigadores urbanos. Y espero no hacerlo, sobre todo, porque el autor
extremeño ha conseguido equilibrar en sus historias una mezcla fascinante de
humor, reflexión y valores que, servida con una prosa muy agradable, logrará
que muchísimos lectores iniciales se conviertan en lectores perennes. Es una
facultad que se encuentra al alcance de un pequeño grupo de escritores, y que
completa con su estupendo trabajo la ilustradora Lara Pickle.
Háganme caso y sumérjanse en estas páginas, para conocer el comercio “Leotardos da Vinci”, acercarse a la vida de su fundador (Exiquio Rupérez) y descubrir qué se esconde en el sótano mal iluminado de un antiguo almacén en ruinas. Me lo agradecerán.
1 comentario:
Que el autor sea de Plasencia y que en la historia uno se encuentre con un personaje de apellido Rupérez dedicado a la venta de prendas de vestir me lleva a mi ciudad, Salamanca, donde ese apellido regentó durante muchos años un negocio de paños y telas; por otro lado Plasencia es una localidad muy unida a Salamanca, por mucho que la ciudad cacereña no pertenezca a la provincia de Salamanca.
Tomo nota del titulo de la saga
Un abrazo
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