Son
varios los amigos que se reúnen para pasar una agradable velada y surge, de
forma súbita, un tema de conversación con el cual amenizar esas horas: que cada
uno explique cómo fue la historia de su primer amor. Y será Vladímir Petróvich
quien, poniéndola por escrito, se convierta en la base de esta novela del ruso
Iván S. Turguéniev, que leo después de habérmelo propuesto al menos media
docena de veces en los últimos veinte años.
El
chico protagonista es apenas un adolescente cuando, veraneando con la familia
en una dacha, conoce a Zinaida, una muchacha cinco años mayor que él y que, de
gran belleza, pero también de gran frivolidad mundana, coquetea con él… y con
varios pretendientes más, que parecen pugnar entre sí por alcanzar sus favores.
Incapaz de resistirse a los juegos de aproximación y distanciamiento de la
chica (“Hacía conmigo lo que quería”, es la frase con la que termina el
capítulo XVIII), Vladímir Petróvich siente que su alma se convulsiona cuando le
llegan rumores de que Zinaida tiene un amante con el que se ve a escondidas por
la noche. Y más aún se convulsionará cuando descubra la identidad de su rival.
Esta
novela corta, deliciosamente conducida por la mano de Turguéniev, nos habla de
pasiones juveniles, de arrebatos del corazón y de furias tremebundas (el joven
siempre es, porque tiene que serlo, excesivo y desaforado), con una prosa muy
agradable y nítida, en la que costumbres, paisajes, tipos humanos y análisis de
sentimientos van llenando las páginas con prodigiosa belleza.
A pesar de mi escasa afición a la literatura rusa, reconozco que este libro me ha embriagado.
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