El
anciano John Rivers, durante una Nochebuena de su ancianidad, se encuentra en
casa, acompañado por su nieto, mientras su hija y su yerno asisten a una fiesta
navideña. Fue durante años profesor de Física en la universidad, y ahora, para
distraer el paso de las horas, relata para un acompañante innominado todo lo
que le sucedió cuando, con apenas veintiocho años, se convirtió en ayudante de
Henry Maartens, premio Nobel. La fascinación que tal personaje le produjo fue
elevada, pero mucho menor de la que imprimió en su ánimo Katy, la esposa de
Maartens, una auténtica diosa de la que se enamoró “como un loco” (p.55),
aunque de forma platónica. Una serie de azares funestos (la enfermedad de la
madre de Katy, que la obligó a alejarse del hogar durante semanas; el
crecimiento de su hija Ruth, que creyó prendarse del atractivo Rivers; la
ingenuidad casi absoluta de Henry Maartens) terminaron colaborando para que la
mayestática, excelsa y sensual Katy acabara convirtiéndose en su amante. El
esposo, Henry, inocente hasta el fin, aseguró al atribulado muchacho (a quien
devora el arrepentimiento) que se sentía “excepcionalmente afortunado, pues
había logrado y retenido a una esposa tan buena, hermosa y sensata, tan
delicada y fuerte, tan leal y amante… Sin ella, se hubiera vuelto loco, se
hubiera hundido” (p.129).
Miguel
de Hernani es el encargado de traducir al español esta novela de 1945, que el
sello Edhasa publicó en 2009.
Como
se puede observar, nos encontramos ante una historia tan vieja como el mundo,
pero que Aldous Huxley convierte en un análisis psicológico e intelectual de
primera magnitud, en el que se estudia y resume, desde la senectud sabia de
John Rivers, el conjunto de detalles que conforman siempre una pulsión amorosa donde
la culpa, el deseo, la moral y la conciencia pugnan acremente entre sí.
Muy interesante.
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