viernes, 6 de enero de 2023

Miedo

 


“El miedo es peor que el castigo, porque éste es algo determinado y, duro o blando, no se puede comparar con el temor que despierta en nosotros lo incierto, una tensión espantosa que no conoce límite”. Quien habla es un famoso abogado, que acaba de reprender a sus hijos de una forma severa, pero ecuánime. Quien escucha, aterrada y culpable, es su esposa Irene, que le está siendo infiel con un pianista y que ahora, víctima de un chantaje por parte de la novia del músico, no sabe cómo salir del enredo en que se encuentra metida. Querría confesárselo todo a su marido, por el que siente un gran amor y respeto… pero no se atreve. ¿Cómo reaccionará él? ¿Se mostrará indulgente o inflexible? Todo el mundo familiar que Irene disfruta (y que ahora valora mucho más, cuando está a punto de perderlo) se puede venir abajo si confiesa su adulterio. Al principio, la extorsionadora se ha conformado con un par de billetes; luego, ha exigido cien coronas; después, doscientas; y, finalmente, se ha atrevido a presentarse en casa del matrimonio, con la exigencia de cuatrocientas. Como no dispone de esa cantidad, Irene se ve forzada a entregarle su anillo de compromiso, para que lo empeñe y obtenga la cantidad requerida. El sendero es cada más vez más angustioso; y la infeliz esposa sólo acierta con una solución: envenenarse con morfina.

Con una prosa enérgicamente eficaz (los diálogos entre Irene y la chantajista llegan a provocar taquicardia en el lector: doy fe), Stefan Zweig urde una novela no muy extensa, que recorro en la traducción de Roberto Bravo de la Varga para el sello Acantilado y que me permite redescubrir la excelente capacidad que el escritor desplegaba siempre para ahondar en el corazón de sus criaturas, que son retratadas a través de sus miedos, esperanzas, temblores, ilusiones y alegrías.

Un absoluto maestro.

1 comentario:

mariano sanz navarro dijo...

Este hombre es un mago describiendo sentimientos. Da igual lo que leas de él, siempre atinas. Y encima tiene la virtud de no hacer (salvo las biografías) obras que se tarde demasiado en deglutir. Hace poco la volví a "releer" en el programa "Un libro una hora".