Está
a punto de cumplirse un año desde que el poeta Javier Alcolea diese a la
imprenta en el sello Adeshoras su trabajo Poemas del claroscuro,
ilustrado y prologado con gran acierto por el artista Fernando Ferro. Es un
poemario donde la mirada del escritor se enfrenta a una vida que tiene mucho de
laberinto oscuro y no poco de decepción: espacio que se quería ilusionado,
noble y benéfico, pero que terminó marchitándose hacia el horror continuo que
ahora contemplamos. Eso no conduce a Alcolea a la rendición, porque “el honor
es, para nosotros, / lo único irrenunciable”, pero sí que tiñe de melancolía y
de abatimiento algunas de sus páginas.
Encontramos
en este volumen magníficos sonetos (mi predilecto es el que dedica a la cueva
de El Soplao, en la página 52), delicadas composiciones llenas de música (estoy
pensando en poemas como “Se me ocurre suponer”), textos en los que cede la
palabra a importantes figuras de la antigüedad para que nos hablen en primera
persona (“Epicuro de Samos”); y otros en los que se detiene en franjas de la
actualidad que, rabiosamente cercanas, nos sitúan en metros, kebabs o asfaltos
urbanos, donde el hombre actual se encuentra tan perdido y confuso que “no sabe
descifrar el criptograma / del café del lunes por la mañana”. A todos los
lenguajes y tonos se adapta la voz versátil de Javier Alcolea, que consigue un
libro muy notable.
Creo que les gustaría.
1 comentario:
Crees bien, al menos por la parte que me toca. Irresistible poemario sin duda.
Besos.
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