Vaya por delante que a mí el escritor italiano Italo Calvino
me ha deparado un buen número de horas de feliz lectura, entre mis veinte y mis
treinta años (que fue el tiempo en que más veces lo visité). Recuerdo que la
ocasión anterior en que leí El vizconde
demediado (el libro del que quiero hablar hoy) lo saqué en préstamo en la
biblioteca de Fuente Álamo, allá por julio de 2001, pero como extravié la
libreta donde iba apuntando mis lecturas de aquellos meses he tomado la
decisión de volver a ella.
Y tengo que ser honesto: la relectura me ha dejado
absolutamente frío. Creo que esta propuesta no va más allá de ser una leve
fábula “moral” sobre el espíritu humano, que viene a decirnos que todos estamos
integrados por una parte “buena” y por otra “mala”, y que la monstruosidad
acompañaría a cada una de esas dos mitades nuestras (una, por empalagosa; la
otra, por cruel) en el caso de que pudiesen disfrutar de vida autónoma. Bien,
aceptado ese razonamiento. No se trata de ninguna conclusión de alta filosofía:
es fácil de asumir, porque resulta evidente. El problema es que cuando pensamos
(o intuimos) que el escritor va a ir un poco más allá… no lo hace: Calvino se
queda en esa lección superficial y algo esquemática, quizá más dirigida a un
público lector adolescente que a uno maduro y más reflexivo.
Me quedo, eso sí, con una frase que he subrayado en rojo en mi moleskine: “Cada encuentro de dos seres en el mundo es un desgarrarse”. Lo demás, creo que voy a olvidarlo con bastante rapidez.
1 comentario:
Lamentablemente era una lectura obligada y mi recuerdo de ella es pésimo. No podía decirte porqué, pero lo recuerdo casi como una tortura.. no sé si me han quedado ganas de releer 🙄😉💋
Publicar un comentario