lunes, 14 de diciembre de 2020

Amar en Madrid

 


Yo no sé si Madrid ha tenido un cronista más meticuloso que Francisco Umbral. Es improbable. Tampoco sé si ha tenido un cronista más constante. Es muy improbable. Pero una cosa sí que tengo clara: jamás ha tenido un cronista con más brillantez literaria. Sería imposible. Con ironía, con mala leche, con ternura, con simpatía, con fervor, con acrimonia, el escritor se pasea por sus calles, visita los parques, frecuenta las tabernas, viaja en taxi hacia el extrarradio, da cuenta de las reformas o erosiones, compara épocas, ilumina personajes. Sus columnas (a veces, dóricas; a veces, jónicas; casi siempre corintias) constituyen una referencia insoslayable sobre la capital, y sobre su periferia, y sobre España toda, y sobre el ser humano. Umbral mira, observa, anota, analiza y redacta. Su estilo es él. Él es el estilo. En alguna página, rarísima, su envoltura literaria es torpe (el texto titulado “La nueva judería”, de tan gris, no parece ni siquiera escrito por él); pero la normalidad de su prosa es la anormalidad del genio. La perfección constante, el acierto continuo, el diez perpetuo. Umbral rezuma luz lírica, hable de chabolas, de extranjeras, de los tontos, de las piraguas, de Fuencarral, de las dietas, de las modelos que quieren formar un sindicato o del fervor que los habitantes de la capital sienten por las pipas. Todo es uno y lo mismo, como dijo el clásico, porque lo importante es colocar encima con las palabras una fermosa cobertura, como dijo otro clásico. Y ahí Umbral no tiene rivales.

Desarrolla aquí el cronista una mirada paradójica: por un lado, es humilde, porque se esfuerza por mirar lo pequeño, el detalle, el pliegue recóndito; pero, a la vez, es una mirada ambiciosa, porque anhela consignarlo todo. Una especie de sociología panóptica, si podemos decirlo así. Y es que Umbral no fue, pese a sus boutades o sus impertinencias públicas, un señorito dedicado a epatar, sino un galeote de la pluma, un grafómano genial que nos dejó miles de páginas para la lectura y la relectura. Yo no me canso de acudir periódicamente a él.

2 comentarios:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Creo que ya te he dicho alguna vez que Umbral me gusta mucho en ocasiones y nada en otras ¿Me arriesgo a ver en qué lado pongo esta?...🤔😉💋

Juan Carlos dijo...

Desde luego a mí sus columnas periodísticas me encantaba leerlas. También sus novelas y mucho me hubiera gustado que este libro fuera una narración porque leer así una serie de columnas aunque todas ellas tengan que ver con Madrid (esto es lo que deduzco de la lectura de tu reseña) pues no es algo que me atraiga demasiado.
Un abrazo, Rubén