martes, 8 de diciembre de 2020

El verdugo de sí mismo

 


Se trata de una de esas frases que, escritas por el autor sin más pretensión que la de completar un diálogo, se ha convertido en una de las sentencias más repetidas de la Historia: “Soy humano y nada de lo humano me es ajeno”. Y aparece en esta divertida y algo enredada comedia de Terencio, que lleva por título El verdugo de sí mismo y que leo en la traducción de Pedro Voltes Bou (Iberia, 1990).

En mi opinión, lo mejor de la pieza es la premisa argumental de la que parte (un padre que se siente abatido por haber presionado demasiado a su hijo, quien ha terminado por alejarse de la patria para buscar su camino lejos del hogar, tras haberse enamorado de una persona que a su progenitor no le parecía en modo alguno conveniente). Gracias a este arranque comprendemos que, muchas veces, los gestos hoscos de un padre esconden la obligación autoimpuesta de mostrarse estricto, porque entiende que es lo más educativo para su vástago, aunque por dentro se esté desmoronando de compasión. En ese sentido, la comedia de Publio Terencio (que no se esfuerza en ocultar los orígenes griegos de la historia) se inicia de una forma maravillosa.

Luego (conviene ser sinceros) la obra se vuelve demasiado enrevesada, con los trucos y añagazas que, al derecho y al revés, intentan que el muchacho (Clinias) y su amante (Antífila) logren su objetivo de terminar juntos, suceso que finalmente se produce, para rematar la obra con un necesario final feliz. Y en ese zigzagueo hay ocasiones en que el lector tiene que detenerse y volver atrás en la página, pues se ha perdido.

Pero la impresión final, sumados los pros y los contras, es que se queda uno con ganas de abordar otra lectura de Terencio. Y me parece que eso es suficiente para aplaudir al final de la obra como pide el cantor en la última línea.

Como anécdota, anotaré una secuencia de la página 92 que me ha provocado una sonrisa. Nos dice el traductor que un personaje está “muy amartelado” (sic) con una meretriz; y para que nos hagamos una idea más exacta de la situación nos reproduce en nota al pie la forma en que lo dice Terencio: “Manum in sinum huius meretricis”.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Tengo muy buen recuerdo de esta obra por las clases de clásicas en el instituto, puesto que yo estaba en arte dramático y tuvimos la gran suerte de aunar ambas clases 🥰💋