jueves, 8 de octubre de 2020

Eva a las seis

 


Lo más perturbador de la pieza teatral Eva a las seis, de Diana de Paco Serrano (que acaba de publicar Ediciones Irreverentes), es lo difícil de aceptar y lo incómodo de digerir que nos resulta su idea central: que su protagonista (la joven filóloga que acaba de madrugar para encontrarse con un despido en su trabajo) puede ser cualquier joven, no importa su sexo o su preparación. Que puedes ser, por ejemplo, tú. O que su madre y su padre, dos grises fracasados que chapotean en la vida para no ahogarse, pueden ser los tuyos. O que puedes ser, por ejemplo, tú. Nadie está a salvo, en esta sociedad salvaje y competitiva, de las asechanzas de la arbitrariedad. Te lo justificarán diciendo que no dominas idiomas, o que tu preparación informática es deficiente, o que resultas poco flexible en tus horarios laborales. En el fondo, se trata de algo tan espantoso de admitir como innegable: que, como bien dijo el soldado John Rambo, somos prescindibles.

Eva, sobresaltada por el despertador, acude a su centro de trabajo y lo descubre de un modo abrupto; y el mazazo la perturba. Nada le importa a su jefe (quien se presenta, petulante y patético, bajo el rótulo de The Boss Production Manager Human Resources Chief Universal, acólito del inglés intimidatorio) que la chica tenga un hermano en condiciones médicas lamentables, o que sus padres fueran antiguos empleados de la compañía. Todo eso constituye, a su entender, simple hojarasca para ser barrida por el viento, anécdota insignificante, fruslería.

Este trasfondo argumental, que ya resulta triste en sí mismo, queda intensificado por la dramaturga mediante un procedimiento muy llamativo y muy eficaz: deja a la protagonista sola en escena. Nadie la acompaña. La amargura y la zozobra (lo descubre Eva y lo descubrimos nosotros observándola con aflicción) no pueden ser compartidas. Pero es que, además, ese desamparo se convierte en una diana terrible sobre la que percuten las voces del resto de personajes: su jefe, sus padres, su hermano. Eva escuchará cómo todos se ponen de su lado o frente a ella, cómo todos intentarán consolarla o persuadirla para que admita la rendición. Y ella traga saliva, mientras los lectores y espectadores sentimos que un latigazo de compasión, de ira y de impotencia nos encharca la boca.

Diana M. de Paco Serrano, autora imprescindible del teatro actual.

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