Durante
unos días, me paseo por las páginas de Cuando
la sociedad es el tirano, donde se recopilan un buen número de artículos
periodísticos de Javier Marías. El verbo que empleo (pasear), pensándolo bien, no resulta aquí riguroso, porque parece
sugerir una actividad realizada de manera casi indolente; y nada más lejos. Leo
siempre sus artículos (supongo que ya lo habré comentado en este Librario
alguna vez: no me importa repetirme) con admiración, pues me parece la suya una
mirada inteligente, ponderada y lúcida. Discrepo quizá con algunos de los
planteamientos o de las conclusiones a las que llega, pero jamás pierdo de
vista que su forma de escribir es elegante y que su forma de pensar es honesta
y coherente: con alguien así no supone ningún problema disentir, porque se
intuye que el respeto ondeará por ambas partes.
Javier
Marías me parece un opinador magnífico, un gran analista de este mundo en el
que vivimos (“difícil, complicado y marrullero”, como afirmaba Joan Manuel Serrat
antes de cantar el famoso tango de Enrique Santos Discépolo), donde demasiados
analfabetos, hipócritas, mendaces y manipuladores campan a sus anchas, tanto en
la política, como en la cultura o la economía. Reacio a toda forma de rendición
(porque claudicar supone dejar el campo expedito a los más deplorables
especímenes), el escritor madrileño señala, disecciona y, sobre todo, nos hace mirar lo que quizá sólo hemos visto. Donde otros aportan únicamente
opiniones o exabruptos, él incorpora reflexiones, comparaciones históricas,
ideas y páginas de brillante formato. Y nunca se deja llevar por el insulto
gratuito, o la demagogia, o el proselitismo. Las fórmulas personalizadas (“para
mí”, “yo creo” y similares) siempre nos dejan claro que expone su opinión, sin
considerarla ley, acerca del independentismo catalán, la deriva totalitaria de
Donald Trump, el fango creciente de la televisión basura, los abusos de quienes
exigen en lugar de pedir y mil temas
más, que nos ofrecen un panorama muy completo de nuestro entorno, a veces tan
aborrecible.
¿Que si seguiré leyendo los volúmenes recopilatorios de Javier Marías? La duda ofende.
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