Cuatro
personajes masculinos moscardonean alrededor de Mirandolina, una hábil y
seductora posadera que, pese a no estar adornada con una excesiva belleza,
encandila y alborota a cuantos varones se acercan hasta su negocio. El primero
es el marqués de Forlipópolis, que ofrece protección y galantería a la chica;
el segundo es el conde de Albaflorida, quien se decanta más bien por usar su
dinero como reclamo, a base de regalitos y dispendios; el tercero es el
caballero de Ribaquebrada, que se jacta de odiar al género femenino y que se
muestra, hasta caer en sus redes, desdeñoso con ella; y el cuarto es Fabrizio,
un sirviente de la posada que se sabe en inferioridad de condiciones con
respecto al trío anterior para hacerse con la mano de la muchacha.
Juguetona
y coqueta a más no poder, consciente de su capacidad para volver locos a los
varones (“¿Dónde está el que sea capaz de resistir a una mujer cuanto ésta
tiene tiempo para utilizar sus artes?”, acto I, cuadro III), todo el desarrollo
de la pieza consiste en ir observando cómo atrae y repele, sucesivamente, a
todos; y cómo, al fin, se termina quedando con uno de ellos, aunque bien claro
queda que lo hace sin amor (“También éste ha caído”, pregona con rictus de
burla).
Una pieza
distraída, ingeniosa y a ratos divertida, con la que pasar unas horas de
lectura sin más pretensiones. Nada del otro mundo.
1 comentario:
A veces "nada del otro mundo" es lo mejor que te puede pasar en este, como que hay momentos o estados de ánimo que lo reclaman. Ayer, con un montón de plataformas de cine y series a nuestra disposición, me pasé la tarde viendo a Lina Morgan en "El último tranvía" y partiéndome de risa...casi me pongo después a Martínez Soria, no te digo más.
Besos 💋💋💋
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