Para
quien sabe mirar, la realidad es un documento inapelable, que nos entra por los
ojos y nos deja su huella. Pero, en palabras de la uruguaya Cristina Peri
Rossi, “la realidad es un palimpsesto que a veces por pereza, otras por
cobardía, comodidad o torpeza hemos leído de manera superficial” (p.10). Y ahí
es donde comienza a actuar el intelecto, que registra e interpreta los
“indicios” que observa a su alrededor, esas señales que dan a conocer lo
oculto. Ella, contemplando y traduciendo lo que veía en su país de origen,
observó la lenta pero inexorable gestación del horror totalitario, que se
manifestaba en la multiplicación de leyes restrictivas, en la creciente
presencia policial y militar en las calles, en el miedo que comenzaba a
colonizar los corazones de sus compatriotas, en la censura… Y decidió
consignarlo en un libro lleno de símbolos, dobles sentidos, humor triste,
espíritu notarial y amargura, que entregó a la imprenta con el nombre de Indicios pánicos.
Poco a
poco, mientras caminamos por sus páginas, encontramos estudiantes que se
enfrentan a los soldados del Estado represor lanzándoles hojas de árboles;
países donde se fomenta la desaparición de los viejos, por ser gravosos desde
el punto de vista económico; personas que se dedican durante años a mirarse la
suela del zapato o acariciar estatuas; bloques de apartamentos en cuyo interior
crece el árbol que el constructor, amante de la naturaleza, se negó a arrancar
en su día; sentadas nudistas que se resuelven a tiros; emboscadas nocturnas que
unos pájaros perpetran sobre los incautos paseantes; miembros de las fuerzas
armadas a quienes se les dispara accidentalmente el arma por un tropezón cada
vez que hay una huelga o se manifiesta la gente ante ellos; hombres que deciden
encamarse y que son considerados peligrosos agentes subversivos… La mirada
tristemente irónica, tristemente meticulosa, tristemente lúcida de Cristina
Peri Rossi se despliega aquí con una contundencia plausible y nos entrega un
volumen memorable y distinto.
1 comentario:
Mi querido Profesor, qué curioso el título...me ha hecho pensar, o evadirme, o viajar, vamos, que se me ha ido el santo al cielo, hablando claro, jajaja.
Me gusta. Soy de las que ven el mínimo detalle en todo, pero a la vez luego olvida los nombres de las personas. Ya ves.
Besitos.
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