Justo
después de que Édouard muera, Marie se lanza a la calle, presa del dolor. La
única ropa que lleva puesta es un abrigo, sin nada debajo. Y de esa guisa entra
en una posada, donde pide calvados para beber y comienza a comportarse de una
forma lúbrica: se deja tocar los genitales, comienza a acariciar el pene de un
borracho, se deja lamer por Pierrot… Cuando la escena está subiendo de voltaje
entra un enano al que todos llaman “conde” y lo vemos incorporarse como uno más
al espectáculo: Marie orina encima de él, Pierrot masturba al enano y luego
penetra a Marie. Después ella, tras vomitar, defeca sobre el vómito e invita al
enano para que la acompañe hasta su casa…
En fin,
no creo necesario continuar desgranando los detalles del argumento. Es fácil
observar que nos encontramos ante una noche loca y terminal (Marie insiste
varias veces en que morirá al alba), en la que el sexo se convierte en lágrimas
o disparate, en grito o en angustia, y en la que todos los personajes flotan en
una atmósfera irreal, turbia, alcohólica o desquiciada.
Una
bajada a los infiernos en la que Georges Bataille se encuentra, narrativamente,
a sus anchas.
1 comentario:
Histriónicamente absurda y burda...mola 😂
Besitos cielo 💋💋💋
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