Definió
Camilo José Cela la novela como todo aquel libro que admitía, debajo del título
y entre paréntesis, la palabra “novela”. He recordado esa definición cuando he
terminado de leer Los reinos de otrora,
del gran Manuel Moyano, definido en la cubierta con ese sustantivo, que me
parece inapropiado. Dejémoslo en que la editorial tiene derecho a dar al
volumen la publicidad que estime oportuna, y que el gancho que la palabra
“novela” sigue atesorando es muy notable.
En
realidad, nos encontramos con un trabajo, magistral y brillantísimo, que se
aproxima más al espíritu de un libro de viajes o de relatos que a otra cosa.
Jonathan Swift y más de un narrador oriental (en la línea los compositores de Las mil noches y una noche) hubiera
babeado de gusto leyéndolo.
Sus dos
protagonistas principales son Nicodemo, viajero contumaz que se ha resistido
siempre a dejar anotación de sus sorprendentes aventuras, y su sobrino, que ha
quedado huérfano tras una espantosa epidemia de peste y que ha sido acogido por
él. Impresionado por los paisajes, personas y estrafalarios episodios vividos
junto a su tío, el muchacho decide contarnos una porción de esas andanzas y
peripecias. De tal suerte que nos llevará hasta el palacio de la reina
infértil, donde Nicodemo actuó como sanador de Su Majestad (sin que se le
agradeciera el éxito); nos explica las peculiares características de unas
flores cuyo aroma permite recuperar los recuerdos del ayer; nos instala en la
hospedería de Pr, en cuyo interior se escuchan unas turbadoras voces que
impresionan a los visitantes; nos conduce hasta un reino cuya casta sacerdotal
ha sabido hacerse con el poder de un modo tan eficaz como inquietante.
Pero,
sobre todo, nos presenta las aventuras de un pobre loco que, creyéndose un
caballero andante, genera todo tipo de situaciones risibles o dramáticas. El
físico moro Ben Engeli las escuchará con pasmo y decidirá escribir con ellas
una novela luego legendaria… Pero si los personajes que burbujean en este libro
resultan admirables mucho más lo es la fermosa
cobertura literaria que Manuel Moyano despliega sobre sus páginas: un
léxico espectacular (provéase el lector de un buen diccionario, que no dejará
de visitar durante la lectura), una sintaxis inmaculada y unas construcciones argumentales
de envidiable perfección constituyen los pilares de una obra que, sin responder
del todo al sustantivo “novela” (ni falta que le hace), se eleva hasta el
pódium de los libros dignos de aplauso. No se pierdan esta obra por nada del
mundo.
1 comentario:
He leído hasta "estrafalarios episodios" y ya sabía que quería leerlo 😅
Besitos 💋💋💋
Publicar un comentario