martes, 7 de febrero de 2017

La dama de las camelias



El argumento de esta novela excepcional de Alexandre Dumas es uno de los más conocidos del mundo literario, así que resumirlo se antoja un ejercicio más complaciente que necesario: la cortesana Margarita Gautier, bellísima y dueña de un glamour que impregna todo su entorno, es la sensación de París. Cada vez que acude a un espectáculo teatral u operístico sus admiradores observan con un suspiro de deseo cómo va adornada con su flor favorita: camelias. Su alto ritmo de vida (joyas, carruaje) es sufragado por aquellos amantes que, fijos o variables, orbitan a su alrededor y no tienen reparo en suministrarle cantidades de dinero, en ocasiones elevadas, para granjearse su amistad y gozar de sus favores. Con esa música de fondo, su vida es muelle y gratificante.
Pero un día aparece en su vida Armando Duval. Es un joven abogado de buena familia y rentas suficientes, aunque no ostentosas, que queda prendado de su belleza y que se postula como amante de la muchacha. Ella, al principio, recibe esta oferta con irónico desdén, pero lo acaba aceptando con la condición de que jamás interfiera en sus relaciones con otros hombres. No deberá salpicarla con ningún reproche, ni formularle preguntas indiscretas, ni protagonizar escenas de celos que, conocida su condición, resultarían ridículas y fuera de lugar. Pero el amor que el muchacho siente por ello le impide cumplir su promesa, y un claro afán redentor se introducirá en su alma. Margarita, conciliadora, intenta que él actúe de un modo más racional (“Deberíais amarme un poco menos o comprenderme un poco más”, le dice en el capítulo XV).

Lo que sucede a partir de ese momento (incluida la intervención del padre de Armando, decisivo en los instantes finales de la novela) pertenece al terreno del disfrute estético, al ámbito de la emoción y a la Historia de la Literatura. Aunque se conozca por el cine o por tradición oral el final de la obra, disfrutar de estas páginas es un placer al que aconsejo no renunciar.

1 comentario:

El Gato Trotero dijo...

La primera vez que leí el libro, siendo adolescente, pensé que era lo mejor que había leído hasta entonces, claro que no era difícil, con 13 años ya se sabe...

Me sigue pareciendo fabuloso.
Un beso