Que la historia del género femenino es un cúmulo de
silencios, desdenes, ocultamientos e injusticias no se le escapa a nadie en su
sano juicio. Desde que tenemos memoria es posible consignar el abrumador número
de ocasiones en que, colectiva e individualmente, las mujeres se han visto
expulsadas del lugar que les correspondía por méritos propios: escritoras
brillantes a quienes no se aceptaba en academias y cenáculos, pintoras
espectaculares que se vieron silenciadas por varones con menos talento que
ellas, inventoras que sufrieron postergación por motivos sexuales, científicas
que fueron contempladas como fenómenos de barraca por sus homólogos
masculinos... Ahora, la editorial Debate se suma a la necesaria reparación de
esta injusticia publicando el excelente volumen que la profesora Adela Muñoz,
catedrática de Química en la universidad de Sevilla, ha consagrado a las
mujeres que, a lo largo de la
Historia , se significaron de una manera especial en el
cultivo de las artes o las ciencias.
El recorrido se inicia con Enheduanna, suma
sacerdotisa de Sumeria y “la primera mujer astrónoma de la que tenemos noticia”
(p.34), y concluye con Rita Levi-Montalcini, premio Nobel en el año 1986. En
medio, una colección tan espectacular como muchas veces ignorada de mujeres
cuyos nombres tendrían que ser grabados en mármol y colocados en los pasillos
de todas las universidades del mundo: Hipatia de Alejandría (la insigne
matemática que padeció una muerte atroz cuando unos integristas cristianos “la
dejaron totalmente desnuda, le tasajearon la piel y las carnes con conchas
afiladas, hasta que el aliento dejó su cuerpo”, p.90), Hildegarda de Bingen
(quien, además de incorporar el lúpulo a la cerveza y mejorarla de forma
ostensible, “fue la primera persona que describió el orgasmo femenino”, p.113),
Beatriz Galindo (cultísima mujer del entorno de Isabel la Católica , integrante de
las Doctae Puellae, a quien la capital de España le consagró luego el barrio de
La Latina ),
Juliana Morell (una catalana que, a los 17 años, ya dominaba catorce idiomas), Oliva
Sabuco (sabia multidisciplinar a la que Lope de Vega tildó sin ambages de
“décima musa”), Maria Sibylla Merian (la primera persona que utilizó el método
empírico de la observación para estudiar el mundo de los insectos), Marie
Paulze-Lavoisier (esposa y estrechísima colaboradora científica del padre de la
química moderna) o Maria Sklodowska (más conocida como “Madame Curie”, primera
persona que recibió dos premios Nobel). Sin olvidarnos, claro está, de la
sufragistas que se dejaron la piel para conseguir el voto de las mujeres; o del
brillante elenco de científicas que floreció en España durante el primer tercio
del siglo XX, y a quienes convendría hacer justicia histórica a partir de este
momento.
Estas biografías apasionantes, de las que me he
limitado a ofrecer un leve resumen, no se presentan en el volumen en forma de
fichas aisladas, sino que cada figura es explicada en su contexto histórico y
cultural. En ese sentido, el trabajo de la profesora Muñoz Páez es tan abrumador
como luminoso: cada trayectoria académica, cada logro o equivocación, se
explica en función de las circunstancias (orteguianas) que rodean a la
protagonista. De tal manera que el ensayo puede ser tildado, sin hipérbole, de
imprescindible. Marcará un punto de inflexión en su ámbito, estoy totalmente
convencido.
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