El argumento de esta novela excepcional de
Alexandre Dumas es uno de los más conocidos del mundo literario, así que
resumirlo se antoja un ejercicio más complaciente que necesario: la cortesana
Margarita Gautier, bellísima y dueña de un glamour que impregna todo su entorno,
es la sensación de París. Cada vez que acude a un espectáculo teatral u
operístico sus admiradores observan con un suspiro de deseo cómo va adornada
con su flor favorita: camelias. Su alto ritmo de vida (joyas, carruaje) es
sufragado por aquellos amantes que, fijos o variables, orbitan a su alrededor y
no tienen reparo en suministrarle cantidades de dinero, en ocasiones elevadas,
para granjearse su amistad y gozar de sus favores. Con esa música de fondo, su
vida es muelle y gratificante.
Pero un día aparece en su vida Armando Duval. Es un
joven abogado de buena familia y rentas suficientes, aunque no ostentosas, que
queda prendado de su belleza y que se postula como amante de la muchacha. Ella,
al principio, recibe esta oferta con irónico desdén, pero lo acaba aceptando
con la condición de que jamás interfiera en sus relaciones con otros hombres.
No deberá salpicarla con ningún reproche, ni formularle preguntas indiscretas,
ni protagonizar escenas de celos que, conocida su condición, resultarían
ridículas y fuera de lugar. Pero el amor que el muchacho siente por ello le
impide cumplir su promesa, y un claro afán redentor se introducirá en su alma.
Margarita, conciliadora, intenta que él actúe de un modo más racional
(“Deberíais amarme un poco menos o comprenderme un poco más”, le dice en el
capítulo XV).
Lo que sucede a partir de ese momento (incluida la
intervención del padre de Armando, decisivo en los instantes finales de la
novela) pertenece al terreno del disfrute estético, al ámbito de la emoción y a
la Historia
de la Literatura. Aunque
se conozca por el cine o por tradición oral el final de la obra, disfrutar de
estas páginas es un placer al que aconsejo no renunciar.
1 comentario:
La primera vez que leí el libro, siendo adolescente, pensé que era lo mejor que había leído hasta entonces, claro que no era difícil, con 13 años ya se sabe...
Me sigue pareciendo fabuloso.
Un beso
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