Rosa es una chica joven, ingenua y huérfana, que va
a verse sometida a una terrible presión familiar por parte de sus tíos (ellas,
dos ancianas chapadas a la antigua; él, antiguo sacerdote ahora postrado en una
silla de ruedas) cuando descubran que acaba de enamorarse de Miguel Dennis, un
hombre mucho mayor que ella y que está casado. La disímil pareja está dispuesta
a afrontar todas las consecuencias de su decisión: el enfrentamiento con la
familia de la muchacha, el histerismo furibundo de la mujer de Miguel (cuyo
espíritu está muy turbado desde que perdió a su único hijo) y hasta las
habladurías de los habitantes de la localidad. Se quieren y eso se les antoja
justificación bastante.
Pero, pronto, ambos comenzarán a sufrir
vacilaciones y a detectar fisuras en la roca granítica de sus voluntades: Rosa
sufrirá al ver cómo la esposa de Miguel se derrumba en llanto delante de ella y
le suplica que no le arrebate al hombre con el que se casó; y el propio Miguel,
que se gana la vida como psicólogo, no podrá evitar accesos de ternura y de
temblor cuando piense en la soledad que espera a partir de ahora a su antigua y
desventurada compañera.
Con todo este océano de sentimientos, lágrimas,
arrebatos amorosos, culpas y obligaciones, el británico Graham Greene compone
una pieza teatral magnífica que, traducida por Victoria Ocampo, publicó el
sello Sur.
Resulta chocante comprobar que, cuando constriñen
espacios físicos en la casa (los tíos de Rosa van dejando de utilizar los
dormitorios donde han muerto familiares a lo largo de las décadas), parecen
reducirse también las ansias vitales de los personajes. Al final, solamente se
vive en un cuarto, y todo gravita de una manera claustrofóbica en torno a él.
Asfixiada, la muchacha querrá salir de ese círculo opresivo, y el amor de
Miguel constituye en apariencia una ventana por la que entra el aire puro de la
libertad y de la pasión. El problema es que todos los paraísos exigen un pago y
no siempre estamos en condiciones de abonar su importe.
Una pieza memorable sobre el amor, el sentimiento
de culpa y los dogales con que la vida nos va amarrando.
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