martes, 16 de febrero de 2016

Los amores difíciles



En el mundo de los cuentos no resulta demasiado fácil resultar original, ni dar a los lectores un panorama que les sorprenda o estimule. Parece que todas las variantes hayan sido ensayadas, todos los caminos tentados, todos los senderos recorridos. Pero de vez en cuando tenemos la suerte de encontrar una obra que incorpora un aroma especial y que nos deslumbra.
Italo Calvino, en Los amores difíciles (traducido por Aurora Bernárdez para el sello Tusquets), consigue ese objetivo con un grupo de relatos que, sin resultar explosivos desde el punto de vista argumental o técnico, sorprenden y dejan en el cerebro un sabor distinto. Son “aventuras” (cada cuento comienza su título con el mismo sintagma: “La aventura de un…”) donde personajes normales y corrientes se ven sumergidos en historias normales y corrientes, de las que el narrador italiano nacido en Cuba obtiene unos resultados magistrales: un pobre soldado que viaja en un vagón de tren y procura rozarse con una dama que tiene cerca; un delincuente que, perseguido por las fuerzas del orden, busca refugio en la casa de una prostituta; una señora que, mientras toma tranquilamente un baño de mar, pierde la parte inferior del bikini y se ve sumida en una situación apurada; un recalcitrante enemigo de la fotografía que, de pronto, descubre en ella virtualidades metafísicas que no sospechaba; un lector obsesionado de un modo enfermizo con los libros, que sólo a regañadientes acepta apartar los ojos de las líneas cuando una mujer se le desnuda en la playa y trata de seducirlo; un miope que vuelve con unas gafas aparatosas al pueblo de su niñez y no es reconocido por nadie; un automovilista que se ve inmerso en una loca carrera hacia la casa de su amada para impedir una infidelidad de ella por despecho… Siendo todos los textos deliciosos, reconozco que me ha gustado de una forma especial “La aventura de un matrimonio”, donde asistimos a la vida compleja de una pareja que tiene los horarios cruzados (él trabaja de noche y ella de día), aunque lo sobrelleva con ternura.

Y desde el punto de vista estilístico, ¿qué se puede decir, sabiendo que el autor es Italo Calvino? Preciosismo, finura, elegancia y hallazgos en cada página. Del hombre que, para referirse al avance nocturno de una locomotora, nos comenta que “El tren masticaba su camino invisible” se puede esperar todo.

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