En el mundo
de los cuentos no resulta demasiado fácil resultar original, ni dar a los
lectores un panorama que les sorprenda o estimule. Parece que todas las
variantes hayan sido ensayadas, todos los caminos tentados, todos los senderos
recorridos. Pero de vez en cuando tenemos la suerte de encontrar una obra que incorpora
un aroma especial y que nos deslumbra.
Italo
Calvino, en Los amores difíciles
(traducido por Aurora Bernárdez para el sello Tusquets), consigue ese objetivo
con un grupo de relatos que, sin resultar explosivos desde el punto de vista
argumental o técnico, sorprenden y dejan en el cerebro un sabor distinto. Son
“aventuras” (cada cuento comienza su título con el mismo sintagma: “La aventura
de un…”) donde personajes normales y corrientes se ven sumergidos en historias
normales y corrientes, de las que el narrador italiano nacido en Cuba obtiene
unos resultados magistrales: un pobre soldado que viaja en un vagón de tren y
procura rozarse con una dama que tiene cerca; un delincuente que, perseguido
por las fuerzas del orden, busca refugio en la casa de una prostituta; una
señora que, mientras toma tranquilamente un baño de mar, pierde la parte
inferior del bikini y se ve sumida en una situación apurada; un recalcitrante
enemigo de la fotografía que, de pronto, descubre en ella virtualidades
metafísicas que no sospechaba; un lector obsesionado de un modo enfermizo con
los libros, que sólo a regañadientes acepta apartar los ojos de las líneas
cuando una mujer se le desnuda en la playa y trata de seducirlo; un miope que
vuelve con unas gafas aparatosas al pueblo de su niñez y no es reconocido por
nadie; un automovilista que se ve inmerso en una loca carrera hacia la casa de
su amada para impedir una infidelidad de ella por despecho… Siendo todos los
textos deliciosos, reconozco que me ha gustado de una forma especial “La
aventura de un matrimonio”, donde asistimos a la vida compleja de una pareja
que tiene los horarios cruzados (él trabaja de noche y ella de día), aunque lo
sobrelleva con ternura.
Y desde el
punto de vista estilístico, ¿qué se puede decir, sabiendo que el autor es Italo
Calvino? Preciosismo, finura, elegancia y hallazgos en cada página. Del hombre
que, para referirse al avance nocturno de una locomotora, nos comenta que “El
tren masticaba su camino invisible” se puede esperar todo.
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