Dentro del
catálogo de autores que ha abordado el fascinante mito de Fausto (el hombre que
vendió su alma al Diablo) quizá uno de los menos conocidos sea el inglés
Christopher Marlowe, probablemente porque su nombre ha quedado preterido por el
de William Shakespeare. Sea como fuere, aquí está La trágica historia del doctor Fausto, que Ana Bravo traduce y
anota para la editorial Biblos.
Fausto es en
ella un médico joven y brillante, aficionado a la nigromancia, que intenta
alcanzar con las artes oscuras un poder extraordinario (“Cuantas cosas se
mueven entre los quietos polos quedarán sometidas a mi mandato. Reyes y
emperadores sólo son obedecidos en sus diversas provincias, mas no pueden
levantar el viento ni desgarrar las nubes, mientras el dominio del mago de eso
excede y llega tan lejos cual llegue la mente del hombre. Un buen mago es un
dios poderoso. Aplica tu cerebro, Fausto, a conseguir la divinidad”). Entre
todas las riquezas sin fin que espera obtener destaca su deseo, que como
profesor leo con una sonrisa, de que “tapicen las escuelas públicas con seda y
que vayan los estudiantes elegantemente vestidos”.
Poco a poco,
Fausto se ha ido convenciendo de que los saberes tradicionales no están hechos
para él (“La filosofía es odiosa y obscura, el derecho y la medicina propios
de mentes angostas, y la
teología, más baja que las otras tres ciencias, es desagradable, áspera, vil y
despreciable. La magia es lo que me extasía”), así que la decisión es
irrevocable. Tras invocar al Diablo y aparecer Mefistófeles, recibe de Fausto
la orden de trasladar a su señor la oferta: su alma a cambio de 24 años de
placeres sin límite y de obediencia ciega a sus órdenes. El Diablo accede y
Fausto firma el pacto con su propia sangre.
Pero no
tardará mucho tiempo en burbujear el remordimiento en el corazón del ambicioso
médico. ¿Ha obrado bien? ¿Está aún en su mano rectificar y volver al redil de
los amados por Dios?
Un autor que, sin ser Shakespeare, se lee con admiración y con gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario