miércoles, 24 de febrero de 2016

La historia de Tristán e Isolda



Terrible resulta el amor cuando las dificultades que lo rodean se empeñan en no dejarlo florecer. Lo saben de sobra el caballero Tristán y su bella amada Isolda (llamada Iseo en otras versiones), protagonistas de esta deliciosa y lacrimógena aventura que nos resume Joseph Bédier uniendo los materiales que proceden de varios poemas y leyendas antiguos.
Tristán, como otros grandes héroes antiguos, tiene que batallar duramente entre dos lealtades contrapuestas: la que debe al rey Marés (quien habita en el castillo de Tintagel y lo ha arropado siempre con un cariño casi paternal) y la que entrega a Isolda (hermosa mujer que se convierte en la dueña de su corazón desde el momento en que ambos beben por error un filtro amoroso y quedan unidos mágicamente). Marcado desde su nacimiento por la desgracia (recibió su nombre de la tristeza que embargada a su madre por la muerte de su esposo), Tristán acometerá todo tipo de acciones prodigiosas que, pese a todo, jamás le permitirán gozar de la dicha plena: sobrevivirá el secuestro de unos malvados noruegos, matará al gigante Morolt, esquivará las asechanzas malévolas de unos caballeros de Cornualles que desean su aniquilación, será herido con espadas envenenadas, vivirá en un bosque en condiciones precarias de anacoreta o bestia silvestre, se comunicará con Isolda mediante artimañas que le permitan no ser descubierto… Y, en el colmo de la tristeza, su esposa (con la que se ha casado tan impetuosa como absurdamente, porque jamás ha amado a nadie más que a Isolda) le quitará la última esperanza al final del libro: cuando se acerca la nave que trae, con vela blanca, a su amada, ella le dice que la vela es negra. La decepción le provoca un colapso que lo conduce a la muerte.

Historia de amores trágicos, cortesanos y purísimos, la obra aún soporta, pese a ciertas ingenuidades y ñoñeces muy comprensibles, la lectura en pleno siglo XXI.

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