Un tema banal o un suceso anecdótico puede quedar
(y de hecho queda) agotado o exhausto cuando se han escrito media docena de
obras literarias sobre él o se han filmado dos o tres películas ambientadas en
su entorno. Pero la guerra civil española de 1936, por más que se empeñen
interesadamente ciertas personas (que se extasían viendo películas del oeste
americano, porque ése sí les parece un tema inagotable), no pertenece a ese
grupo de acontecimientos marginales o nimios. Lo demostró Alberto Méndez en Los girasoles ciegos. Lo ha venido
demostrando Almudena Grandes en sus últimas novelas. Y lo acaba de corroborar
Pablo de Aguilar González con Lo que está
por venir, una novela excelente que ha publicado el sello Ediciones del
Serbal en su colección El Biblionauta.
En ella encontramos muchos detalles que embriagan y
capturan la atención de los lectores: una cuidada ambientación histórica, sin
los agobios eruditos que otros autores se creen obligados a desplegar para
demostrarnos todo el tiempo que han empleado en documentarse; unos personajes
solventes y bien dibujados, tanto masculinos como femeninos; una trama
interesante (que en realidad son varias tramas que se van cruzando); y un final
tan bien conducido, tan bien pautado, que suena como un crescendo interpretado
por la Filarmónica
de Berlín. Nada sobra y nada falta en esta novela magnífica de Pablo de
Aguilar. Y hay que reconocer que lo tenía difícil, porque el autor albaceteño
quiso trazar en el aire malabarismos con más bolas de las usuales: una
prostituta que, hija de un alcalde de izquierdas, vive en la capital visitando
con frecuencia el Museo del Prado; un pintor exaltado que, dueño de una técnica
brillantísima, insiste en la destrucción de todo el arte producido durante el
pasado, para elaborar unos nuevos presupuestos estéticos partiendo de la nada;
un empresario putero que termina enfrentándose de forma directa con un
falangista; un matón que tiene los ojos saltones y que esconde sentimientos
inesperados... Y como telón de fondo la espantosa guerra civil del año 1936,
especialmente centrada en un episodio histórico-artístico: el traslado de los
cuadros del Prado hacia un lugar seguro, mientras Madrid sufría las bombas de
los golpistas y sus aliados.
¿Consignas políticas? ¿Frases panfletarias?
¿Discursos exaltados? ¿Designación de inocentes y culpables? Que nadie busque
ese tipo de inmundicias en las páginas de Lo
que está por venir. Pablo de Aguilar no se disfraza en esta novela de juez,
ni de político mitinero, ni de pedagogo. Se limita a ser lo que siempre ha
sido: un fantástico narrador. Y aquí ha conseguido, después de dos novelas de
gran calado (Intersecciones, que fue
finalista del premio Qué Leer, y Los
pelícanos ven el norte, con la que obtuvo el mismo premio un año después),
su mejor producción. Sin duda alguna.
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