No resulta nada difícil, para quien conoce un poco
el mundillo literario, imaginarse a un escritor mediocre –o directamente
nefasto– que, huérfano de toda ecuanimidad a la hora de juzgar sus obras, se
considera un genio, y calcula con megalomanía que el futuro habrá de
condecorarlo con las mieles de la gloria. ¿Qué no sería capaz de hacer ese
pobre diablo, con tal de vivir en ese futuro durante unas horas, para relamerse
con las inevitables alabanzas que los demás tributarán a sus libros y aliviarse
así de todos los vituperios y vejaciones que ha debido de tolerar durante su
vida?
Partiendo de esa idea, tan sugestiva como
universal, Max Beerbohm tuvo la inteligente idea de escribir un relato titulado
“Enoch Soames”, que publicó en el volumen Seven
Men (1919), que la editorial Rey Lear introduce en el mercado español,
traducida por Juan Pedro Aparicio. La pieza, que fue alabada en su día por
Jorge Luis Borges y que contiene notables primores formales y psicológicos, no
estaba aún disponible en nuestro idioma; y por eso se agradece más todavía la
labor de este sello, que ha logrado traernos una de las piezas clásicas del
humorismo inteligente inglés.
Enoch Soames, el protagonista de este magnífico
relato, considera a Yeats, Shelley y Baudelaire como “poetas menores”; le pone
reparos a John Milton; y, en cambio, advierte en sí mismo la marcha intachable
de la genialidad, que no provoca sino risas en las personas de su entorno. Una
obra que, pareciendo una caricatura, es más bien un espejo de muchos fracasados
patéticos, que anhelan el consuelo de la posteridad para justificar la
insignificancia de su presente.
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