Algunos interesados en el mundo de la literatura
sabrán que Dino Buzzati (1906-1972) fue un autor prolífico y de enorme
versatilidad (cuento, novela, teatro, narrativa juvenil); pero lo que quizá
ignoren en que, en 1969, apareció en Italia una singular obra suya, ilustrada
por el propio Buzzati, que causó una auténtica conmoción. En primer lugar,
porque era una rara avis dentro de su obra, que sorprendió a los lectores y
sobre todo a los miembros de la crítica (a los críticos suele descentrarlos
mucho que los creadores se salgan de los esquemas previstos y regulados); en
segundo lugar, porque los dibujos mostraban una fuerza expresiva enorme (desde
el erotismo hasta las raíces del surrealismo, pasando por elementos
tenebristas: de casi ningún matiz prescindió el maestro italiano); y en tercer
lugar porque suponía una revisión (llena de sexualidad y de simbolismo) del
célebre episodio de Orfeo y Eurídice, que nos regaló la clasicidad y que no ha
dejado de producir variantes, tanto en literatura como en pintura, música y
otras disciplinas artísticas.
En esta versión, Orfeo se convierte en Orfi (un
cantante adorado por las adolescentes), y Eurídice en Eura (su novia, que muere
de forma inopinada). Como es lógico, Orfi decide descender a los infiernos para
encontrarla (“Si está ella, yo no tengo miedo”, p.57) y descubre, entre otras
horribles cosas, que los muertos “no conocen ya la esperanza, lo que constituye
el más malvado de los suplicios”, p.78). La pieza, sugestiva como pocas,
recuerda en algunos momentos al drama Huis
clos, de Jean-Paul Sartre (porque se nos dice que en el Más Allá hay
personajes que se torturan entre sí) y en otros al relato “El inmortal”, de
Borges (porque nos pregona en la p.92 que los muertos, al ser conscientes de su
eviternidad, bostezan de tedio). Pero, en su conjunto, la obra supone una
interpretación libérrima, ágil y poderosa del episodio mitológico, que seduce
con su fortaleza verbal y visual a los lectores.
Hay que tributarle un merecido y fuerte aplauso a
la editorial Gadir, que logró que esta pieza excelente apareciera por primera
vez en nuestro idioma, en la traducción de Carlos Manzano, casi cuatro décadas
después de su primera edición italiana. Un buen autor, una buena obra, una
buena editorial. Imposible mejorar el conjunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario