Estamos en la comisaría de la Ertzaintza en Oiartzun,
en un grupo de investigación dirigido por la estricta oficial Baraibar. Un día,
cuando nada hace presagiar que se avecina un cambio drástico en su rutina,
descubren que tienen entre manos un caso mucho más escalofriante de lo que es
normal: alguien está asesinando a personas que llevan tatuajes y luego les
corta esa porción de piel, de forma tan precisa como inmisericorde. El caso
queda en manos de la agente Eider Chassereau y el suboficial Jon Ander Macua,
quienes comienzan sus primeras labores interrogando a varias personas
relacionadas con el caso e intentando reunir indicios y pruebas. Muy pronto van
a descubrir que existe un nexo que une a todas las víctimas: Lorena, una
tatuadora de renombre que trabaja en la parte vieja de Donostia.
Con este planteamiento inicial, la escritora Noelia
Lorenzo Pino (Irún, 1978) arranca La
sirena roja, una de las novelas negras más bien orquestadas que he leído en
años. Y lo consigue utilizando el método más difícil pero más meritorio:
escribiendo una espléndida novela que, además, es negra. Comienza construyendo
grandes personajes, llenos de solidez y matices (cada uno de los que aparecen
por las páginas de esta novela tiene un pasado, una familia, unos tics, unas
fobias, unos gustos, que le dan espesor, consistencia y credibilidad); luego,
relaciona a estos personajes entre sí mediante nexos “naturales” (es decir, que
no hay vínculos forzados, ni carambolas urbanas que los reúnan por azar, sino
que todo está conducido con suavidad de aceite); y, por fin, inserta a todos en
una trama envolvente, en la que cada peldaño de la escalera está más que
justificado y donde los sucesos se vertebran de un modo coherente, ágil y
eléctrico... Para cerrar la maravilla, Noelia Lorenzo concluye su novela
entregándonos a un culpable al que no veíamos venir (utiliza, eso sí, la
técnica de crear sucesivos sospechosos que van siendo descartados, pero lo hace
con una enorme elegancia, en absoluto tributaria del cliché).
Aquejados por debilidades evidentes o secretas,
todos los protagonistas de la obra se muestran como seres humanos, demasiado
humanos: Eider está obsesionada con el tamaño de sus pechos, que juzga
excesivo; Jon Ander Macua recibe unos mensajes de corte misterioso a los que no
quiere contestar y que solamente al final de la novela alcanzarán sentido;
Baraibar vive con la culpa de haber sufrido el suicidio de su pareja; Ibon
Fernández, antiguo novio de Lorena, de la que tiene que mantenerse alejado por
orden judicial, vive trapicheando con droga; Gabriel, un cirujano que aparece
hacia la mitad de la novela, se encierra en una casa de las afueras, donde se
reúne con otras personas para realizar actividades misteriosas; Larraitz, la
mejor amiga de Lorena, va a correr una suerte aciaga cuando el asesino se fije
en ella como la siguiente víctima...
No voy a desvelar nada de la trama ni de su
resolución (esos placeres les dejo que los disfruten ustedes solos), pero sí
que emitiré un juicio tan claro como meditado: creo que Noelia Lorenzo Pino es
uno de los descubrimientos literarios de la temporada. Toda mi gratitud, pues,
a la editorial Erein, por apostar por ella y no permitir que una obra tan
valiosa como La sirena roja se pierda
en los cajones del olvido.
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