En la pequeña localidad colonial de San Pedro, en
pleno siglo XVI, reina el miedo. Han sido asesinadas varias personas del pueblo
y, en los últimos días, se ha descubierto que alguien ha profanado la tumba de
Juan Rafael Serrano.
Cuentan además que en las inmediaciones se ha visto
la figura misteriosa de un monje que, reacio a toda la templanza esperable de
sus hábitos, siembra el terror allí por donde pasa. Tomás, un huérfano de San
Pedro que trabaja como ayudante del párroco (un hombre al que la ceguera le
impide desenvolverse solo), está profundamente inquieto por estos sucesos; y
también se encuentra perturbado por la presencia de dos seres que acaban de
llegar enigmáticamente hasta el pueblo: una anciana leprosa y una muchacha que
la acompaña.
Ariza, la joven, hechiza a Tomás con su belleza, y
ambos concurren juntos al baile que tiene lugar por esos días. Pero su
felicidad no va a circular ni mucho menos por caminos tranquilos: la actitud
bravucona de Carlos Guiñazú (que increpa a la muchacha), la sangrienta
aparición del tenebroso monje de ojos rojos (que esparce la muerte ajeno a la
misericordia, y al que ni las balas logran abatir) y el oscuro nombre de
Yaitiri (un sacerdote inca que raptó hace años a una chica de la aldea, y cuya
historia dará un inesperado giro conforme avanza la narración) se mezclan
página a página para no dar sosiego al lector y embarcarlo en una aventura que
lo dejará sin respiración durante los últimos capítulos de la obra.
David Mateo Escudero (Valencia, 1976) ha conseguido
sin duda con esta novela una memorable pieza dirigida al público juvenil, que
se puede recomendar con el mayor de los fervores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario