Que en una antología de trece autores apenas haya
uno o dos discutibles se antoja un logro descomunal en la literatura española.
Y ese notable éxito selectivo lo ha logrado la editorial La fea burguesía,
creada por los intrépidos Fernando Fernández, Paco López Mengual y Francisco
Marín, con el delicioso volumen que lleva por título La montaña azul. Allí, ordenados alfabéticamente, se alinean desde
Rafael Balanzá hasta Juan Soto Ivars, de quienes nos ofrecen unas páginas
ilustrativas, muy variadas desde el punto de vista temático.
Algunos, como el caravaqueño Miguel Espinosa,
construyen propuestas que rozan la filosofía y la sociología, con un lenguaje
de música exacta (“José López / Juan Ignacio”); otros, como ocurre con Pedro
García Montalvo, se centran en el misterio creativo a través de la figura de un
escritor que sufre porque no recuerda una idea literaria que lo asaltó días
atrás (“La creación del mundo”); Salvador García Jiménez escoge de protagonista
a Fernando, un chico anclado a una silla de ruedas y que tiene como ídolo al
insigne Stephen Hawking, con el que comparte la condición física y el amor por
la astronomía (“Tren de Vía Láctea”); Miguel Ángel Hernández deja anonadados a
los lectores con dos historias de gran fuerza emocional (“El padre de Thomas
Bernhard” y “Noche de fiesta”); Ginés Sánchez sitúa su ficción en un paisaje
calcinado, donde la soledad y la muerte planean como zopilotes sobre sus
personajes centrales (“Atrapado”); Miguel Sánchez Robles, otra vez lírico,
desgarrado, lúcido y existencial, nos habla (“Los partidarios de la parálisis
total”) de un centro en el que ingresan a unos singulares pacientes, que
parecen tatuados por una conocida frase de Julio Cortázar: «Estoy enfermo de estar sano en un mundo de
enfermos»; de Arturo Pérez-Reverte y de María Dueñas se nos ofrecen sendos
artículos aparecidos en prensa.
En la parte central del libro (páginas 91-188) se
encuentran los tres relatos que, quizá, constituyan lo más sólido y valioso de
la obra: Luis Leante nos acerca hasta una mujer que, encontrándose en un
período emocional bastante quebradizo, conoce a un hombre especial, al que duda
en vincularse (“Temporada baja”); Lola López Mondéjar nos lleva hasta Oslo,
donde una mujer que padecía un cáncer ha decidido el cómo y el porqué de su
final (“El hermano gemelo”); y Manuel Moyano redondea el volumen con un cuento
que no desdeñaría firmar ni el más prestigioso de los escritores españoles o
foráneos: “El experimento Wolberg”. Una auténtica pieza maestra.
En la presentación de esta obra se aseguró que la
editorial apostará por una segunda antología de narradores murcianos, en fechas
no muy lejanas. Se me ocurre que una posible forma de seleccionar a esos nuevos
autores podría pasar por una encuesta a críticos literarios regionales (prensa,
radio, televisión) e incluso a los lectores y amigos de La fea burguesía (a
través de mensajes privados por Facebook): cada colaborador podría aportar los
nombres que estimase convenientes; y luego los responsables de la editorial,
ponderando ese catálogo, cristalizaría los nombres que finalmente la habrían de
integrar. Participación democrática, escucha a los lectores, amplitud de
criterios... ¿Qué mejores condiciones para garantizar el éxito del proyecto?
En todo caso, La
montaña azul es un libro lo bastante interesante como para gozarlo en sí
mismo. Y lo que tenga que venir después, ya vendrá.
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