No soy filósofo, ni mi preparación en ese terreno
del saber es amplia, así que cuando me adentro en la obra de algunos de sus
representantes (Cioran, Platón, Schopenhauer) lo hago con espíritu literario. Sin duda, eso limita mucho mi
comprensión y mi aprendizaje, pero no mi disfrute. Y, en todo caso, más pobre
me sentiría si, refugiándome en mis carencias de base, renunciase a estas
fervorosas exploraciones.
En esa línea, recorro lenta y reflexivamente las
páginas de Aurora, de Friedrich Nietzsche, que prologa y traduce Enrique López
Castellón, y me vuelve a dejar boquiabierto el esfuerzo sobrehumano del pensador alemán para realizar su particular
análisis del mundo, del pensamiento, del arte, de la política y de los hombres.
Y utilizo el término sobrehumano a
conciencia. Me anonada la forma en que enjuicia, disecciona o desdeña,
aparentemente despojado de toda vinculación humana: habla del amor o de la
amistad como si no tuviera amores o amigos; habla de los vínculos familiares
como si careciese de ellos o le importara bien poco lo que pudieran pensar de
él al leerlo; habla de los demás como el que observa microbios o pedruscos.
Quizá por eso indica en el aforismo 503 que “puede que nuestros árboles no
crezcan tan altos a causa de la hiedra y de las vides que se abrazan a ellos”.
Qué vigor tremebundo advertir ese detalle... y actuar en consecuencia,
alejándose de las ataduras. Es asombroso. Es anómalo y fascinante. Es durísimo.
Tengo que continuar visitando sus obras.
Anoto a continuación las frases que he subrayado en
el tomo, por parecerme llamativas, intrigantes o dignas de recordación: “Desde
que el mundo es mundo, ninguna autoridad ha consentido ser objeto de crítica”
(Prólogo). “En todas las épocas, los hombres se han hecho la ilusión de creer
que ahora estamos mejor informados que en ninguna otra
época” (Aforismo 2). “Casi siempre ha sido la locura la que ha abierto el
camino a las nuevas ideas” (Aforismo 14). “¡Cuánta crueldad gratuita y cuánto
martirio han causado las religiones que inventaron el pecado y los individuos
que se valieron de ellas para disfrutar al máximo del poder!” (Aforismo 53).
“Quizá no haya nada que hastíe tanto como un perpetuo vencedor” (Aforismo 71).
“A un individuo que persigue la felicidad no hay que darle preceptos acerca del
camino que conduce a ella, ya que la felicidad individual se produce según
leyes que nadie conoce, y los preceptos externos no pueden hacer más que
impedirla o dificultarla” (Aforismo 108). “Nada os pertenece tanto como lo que
soñáis” (Aforismo 128). “La política es el campo de acción de cerebros
mediocres, y este campo no debería estar abierto a los espíritus más elevados”
(Aforismo 179). “Ese principio supremo de toda cultura, según el cual no hay
que dar un alimento a nadie que no tenga hambre de él” (Aforismo 195). “Ningún
pensador ha tenido aún la valentía de medir la salud de una sociedad y de los
individuos que la componen en función del número de parásitos que es capaz de
soportar” (Aforismo 202). “Conviene vivir en un ambiente donde resulte
vergonzoso hablar de uno mismo y donde no se dé la necesidad de hacerlo”
(Aforismo 364). “No olvida nada, pero lo
perdona todo. Entonces será odiado doblemente, pues avergonzará doblemente
a los demás, primero con su memoria y segundo con su generosidad” (Aforismo 393).
“El alma del cristiano que se ha liberado del pecado suele hundirse después a
causa de su odio al pecado. Mirad los rostros de los grandes cristianos. Son
rostros de gente que odia mucho” (Aforismo 411). “No hay placer superior al de
causar placer” (Aforismo 427). “Cuanto más nos elevemos, más pequeños
pareceremos a los que no saben volar” (Aforismo 574).
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