Agotadas hace tiempo las posibilidades heroicas o
militares de la novelística que trata sobre la Segunda Guerra Mundial o la
guerra civil española de 1936, sigue abierto el inmenso caudal de las
posibilidades humanas de esos
conflictos. De ese venero fértil y en apariencia inagotable han brotado en los
últimos años auténticas perlas, como Soldados
de Salamina (Javier Cercas), Los
girasoles ciegos (Alberto Méndez), La
ladrona de libros (Markus Zusak), La
llave de Sarah (Tatiana de Rosnay) o varias producciones recientes de
Almudena Grandes.
En el año 2000 se editó en Francia un pequeño
librito de Michel Quint que luego Ignacio Pérez Fernández tradujo para el sello
Salamandra con el título de Los jardines
de la memoria y que tiene como protagonista a un niño. Ese chaval se
muestra en todo momento avergonzado de que su padre, que es maestro de
profesión, emplee sus horas libres en amenizar fiestas, gratuitamente, vestido
de payaso. Porque, además, sus actuaciones son tan patéticas y tan faltas de
gracia que provocan un bochorno insufrible en su hijo. Un día, cuando menos lo
puede esperar, un pariente de su padre llamado Gaston le explica que ambos se
vieron involucrados en una operación de la Resistencia contra la
invasión nazi en Francia y que, tras haber saboteado un transformador, fueron
capturados por los alemanes como rehenes (sin saber que eran culpables del
atentado). Fue entonces cuando conocieron a Bernhard Wiki, un soldado que tenía
como tarea la de custodiarlos y que, en la vida civil, trabajaba como payaso.
Sólo entonces entenderá el narrador por qué su padre comenzó, años después, a
disfrazarse también de payaso. Y el propio narrador, por sorpresa, también lo
hará para asistir a un juicio especialmente importante: el de Maurice Papon, un
célebre colaboracionista francés.
Un libro discreto, más pirotécnico que brillante,
pero con el que se puede pasar una buena tarde de lectura.
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