Sería
muy ambicioso por mi parte (y posiblemente muy equivocado o discutible)
establecer qué requisitos o qué cualidades se deben acopiar en un libro para
que pueda ser calificado de “memorable”. Resulta evidente, eso sí, que uno de
esos requisitos no es, pese a lo que pueda pregonarnos cierta modernidad
editorial (propensa a los tomos más bien mastodónticos), el volumen que
presenta la obra. El cementerio marino, El túnel o la poesía
completa de san Juan de la Cruz desbaratarían cualquier intento de fijar en el
número de páginas la importancia de un libro. Por eso, me siento justificado
para decir que Opúsculo, de Antonio Marín Albalate (que ya desde el
título manifiesta su humildad), es un trabajo literario, pese a su reducidísima
extensión, muy revelador y muy hermoso; y, por tanto, memorable. El propio
poeta nos confiesa nada más abrirlo que estos trece poemas son el único fruto
lírico que pudo cosechar durante el primer año y medio de vida de su hija Nuria
(1991-1992). Así que, aunque en realidad pueda ser leído en apenas diez
minutos, creo que conviene hacerlo en el más delicado de los silencios.
Luego me cuentan.
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