Paul
Auster se vio una vez atrapado por un compromiso que, según nos cuenta,
propició él mismo diciéndole que sí al New York Times y que consistía en
crear un cuento navideño para publicar en el periódico. El asunto es que, una
vez aceptado el encargo, no supo qué podía escribir, porque su espíritu
navideño era, cómo diríamos, más bien endeble. Por fortuna, cuando compartió
esa zozobra con su amigo Auggie Wren, que regentaba un local en el que Paul
compraba puritos holandeses, todo comenzó a solucionarse, porque este último se
avino a contarle un suceso en el que se vio involucrado y que tenía
ambientación navideña.
Con
ese planteamiento de partida, el escritor de Nueva Jersey se adentra por la
vieja línea de los cuentos “escuchados”, que desde la época medieval ha dado
miles de frutos interesantes, y nos deja en los ojos una historia a mitad de
camino entre lo sensible y lo irónico, que en esta preciosa edición de Booket
se completa con las ilustraciones de la argentina Isol.
No
les cuento más para no estropearles la sorpresa.
Buen regalo para el próximo mes.
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