Realizo,
con auténtico placer, mi primera aproximación a la narrativa de la autora
japonesa Banana Yoshimoto, cuyo libro Lagartija traduce Gabriel Álvarez
para el sello Tusquets. Son seis historias en las cuales, con un lirismo
fascinante, nos coloca ante personas jóvenes que buscan su sitio en el mundo y
que jamás están muy seguros de haberlo encontrado o de que vaya a durarles: un
muchacho que ha contraído matrimonio hace un mes con Atsuko y que, mientras
regresa de noche en el tren hacia casa, bastante borracho, tiene un encuentro
extrañísimo con un viejo más bien andrajoso (“Recién casados”); un terapeuta
que atiende a niños autistas mantiene un vínculo sentimental con una chica
silenciosa, que arrastra un misterio infantil (“Lagartija”); una joven, cuyos
padres han decidido instalarse en el seno de una secta religiosa, se traslada a
Tokio y convive con el artesano Akira (“Sangre y agua”); una fervorosa adicta
al sexo abandona su vida de orgías y opta por casarse con el hijo de un
empresario (“Una curiosa historia a orillas de un gran río”)…
En
realidad, los argumentos de estas fabulaciones son débiles y prescindibles, en
el sentido de que Yoshimoto carga todo el peso literario (que es mucho y muy
brillante) en el buceo por las almas de sus protagonistas, que pasean en
silencio por las calles japonesas, se ensimisman mientras se acodan en ventanas
o que deambulan buscando (y buscándose) de una forma tan evidente como tenue.
No hay modo de evadirse de sus atmósferas, que te empapan desde el momento en
que recorres dos o tres párrafos.
“No
hay nadie que crezca y salga indemne de ello”, afirma la escritora en la página
146. Y quizá resulte un interesante resumen sobre la evolución anímica de sus
criaturas, que buscan paraísos y, al fin, no saben si existen o si los han
encontrado.
Un espléndido libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario