No
hará falta detenerse a explicar qué es La guerra de las brujas, porque
esta trilogía narrativa de Maite Carranza ha traspasado fronteras y ha
bendecido a la autora con el aplauso internacional de todo tipo de públicos. La
densidad de sus personajes, la irresistible solidez de su trama y la brillantez
esplendorosa de su expresión literaria la han convertido en un hito novelesco
de las últimas décadas. Y ahora, para completar ese panorama, la escritora
barcelonesa nos ofrece una absorbente precuela titulada La loba gris (La
historia de Deméter), en la que acapara todo el protagonismo la hija de
Yocasta y el borracho Petros, que parece señalada por las profecías para
convertirse en redentora y unificadora de todas las familias brujas. Ella posee
el don que la identifica no solamente como una destacada Omar, sino también
como la Loba que acabará con el reinado de las nauseabundas Odish, que se
alimentan de sangre y extienden su tiranía desde hace siglos. Para ello, tendrá
que absorber las enseñanzas que le van ofreciendo todas las personas de su
entorno (su madre, el pope Gabriel, la ciega Briseida, Chloe, Vara), pero
también depurando los aprendizajes (inversos, pero igual de valiosos) que
adquiere en su vinculación con implacables enemigas como Kía o Ate.
En
estas cuatrocientas páginas, los lectores y lectoras encontrarán un sinfín de
atractivos: hechizos sobrecogedores, venganzas terribles, traiciones, amores
condenados a no prosperar, amistades truncas, viajes por mar y tierra,
retiradas estratégicas, secretos que deben morir dentro del corazón, planes
suicidas, diosas llenas de veneno, rencores enquistados y fidelidades
inquebrantables. Pero ese conjunto de imanes novelescos no nos debe despistar
de otras lecciones notables que el libro nos suministra: por ejemplo, el gran
vigor con el que reivindica el papel de las mujeres en la historia de la
humanidad, sufridoras de una larga preterición por la miopía de los varones;
por ejemplo, la enérgica búsqueda de la identidad, que las principales
protagonistas deberán acometer en el transcurso de sus vidas (“Hace tanto
tiempo que intento ser como los demás quieren que sea que no me he preguntado
cómo quiero ser yo misma”, murmura Ina en la página 291); por ejemplo, la
importancia vertebral del amor, de la solidaridad, de la justicia, que llena de
agua fresca el corazón de las Omar durante la obra.
Léala el público juvenil, pero también léala el público adulto, sin distinciones de sexo. La loba gris seduce y enseña, ameniza y enriquece, distrae y concentra: es la marca de los grandes libros.
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