Hace años, por una feliz casualidad, cayó en mis manos el
libro Tres pasos por el misterio que,
también por una feliz casualidad, decidí leer. De esa forma descubrí la obra de
Agustín Fernández Paz, que no ha dejado de gustarme cada vez que he vuelto a
acercarme a ella, incluso cuando se trataba de libros dirigidos a un público
infantil (en agosto reseñé aquí mismo Mi
nombre es Skywalker, tras habérsela leído a mis pequeños en voz alta por
las noches).
Ahora acabo de terminar su volumen Las fronteras del miedo, que traduce de la lengua gallega Isabel
Soto para el sello Edebé y que está formado por seis relatos extensos de
temática terrorífica. En ellos se nos ofrecen, con una prosa magnífica y una
sólida estructura narrativa, puertas rituales que permiten acceder al mundo
atroz de los dioses, vampiros que descubren su condición terrible y la asumen
con naturalidad, jóvenes que recogen en la carretera con su furgoneta a la persona
equivocada, pozos profundísimos que esconden en su tiniebla un latir negro y
amenazador, crómlechs gobernados por criaturas ancestrales o calaveras de
origen misterioso que consiguen adueñarse de la voluntad de su poseedor.
¿Elegir entre ellas? Muy difícil: son todas estupendas. Me
parece, eso sí, que la primera y la última (hay que aplaudir la hábil
disposición textual del escritor lucense, que te golpea con fuerza al entrar y
al salir del libro) son las más impresionantes: una (“La Puerta del Más Allá”),
porque te mantiene engañado durante su desarrollo, escondiéndote una carta
básica, que sólo al final se revela; la otra (“La mirada de K”), por el sofoco
que te va inundando conforme braceas por sus páginas.
Yo no me perdería este volumen.
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