Resulta curioso que, siendo el circo uno de los espectáculos
más relacionados con el mundo de la niñez, puedan enumerarse tan pocas buenas novelas
juveniles que lo tengan como elemento central de la trama. Por fortuna, la
editorial Edelvives ha tenido el acierto de conceder el XX premio Alandar a La Troupe, de Antonio J. Ruiz Munuera,
que es un espléndido relato en el que el circo desempeña un papel muy notable.
Al principio, los vericuetos narrativos nos llevan a conocer a
Elisabeth Copeland, una jovencita inglesa que ha tenido que instalarse en
Quebec, junto a un padre autoritario, virulento e intransigente (es gobernador
colonial), que ha contraído segundas nupcias con una mujer estirada y
desagradable. Harta de la opresión a la que se ve sometida en casa, la chica
decide fugarse utilizando un habilidoso truco y siendo acompañada por Thierry,
un pilluelo que trabaja en la caballeriza y que ha recibido una bochornosa
paliza por acercarse a la hija del gobernador. A partir de ese momento, su
alejamiento se confunde con la trayectoria del circo La Troupe, cuyo deambular
por las costas canadienses les sirve como refugio y como sucedáneo de familia.
Lo que todos ignoran es que el vengativo lord Gilmour (el padre de Elisabeth)
ha puesto a dos mercenarios en marcha para que localicen a su díscola hija. Y
la cacería no terminará tan fácilmente.
Mostrando una admiración y un respeto enormes por el mundo del
circo (“Ellos representaban esa parte marginal de la sociedad que todos
admiramos, pero que a la vez tememos: son nómadas, trotamundos, insumisos a las
normas sociales e inadaptados por decisión propia. Algo en su manera de
comportarse te dice que son personas diferentes, y no solo por sus
extraordinarias habilidades”, páginas 140-141), Antonio J. Ruiz Munuera nos
entrega un fervoroso canto a los paisajes naturales, los árboles, las flores,
las hojas, los rompientes, las nevadas y los bosques; pero también un canto a
la libertad y la vida plena, sin ataduras.
Una magnífica novela juvenil que enseña a abrir los ojos, disfrutar de nuestro entorno y convertir la existencia en un canto de alegría, como hubiera explicado (y por momentos, así lo siente el lector adulto, al leer estas páginas) el poeta Walt Whitman.
1 comentario:
El tema circense no suele atraerme nunca, ni en cine ni en literatura, puede ser por las veces que mi madre me hizo ver "El gran espectáculo del mundo" una de sus pelis favoritas; lo que yo quería ver era Siete novias para siete hermanos y películas así...jajajaja.
Pero pinta muy bien, la verdad.
Besitos.
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