El
libro ha caído en mis manos de manera azarosa, pero el nombre de su autor
(Santiago Casero González) quedará en mi blog y en mi memoria de un modo
permanente, porque Las horas equivocadas
(La Discreta ,
2019) es un magnífico volumen de relatos, de los que aparecen pocos al cabo del
año. Desde el primero (“La vigilia de los precipitados”, que obtuvo el premio
Elena Soriano) hasta el último (“Pudridero de poetas”, galardonado con el
premio Max Aub) se desarrolla un tomo intachable, de extraordinaria calidad,
muy variado en sus argumentos y absolutamente exquisito en su formulación
literaria.
Paseando
por sus páginas, el lector encuentra a filólogos que buscan trabajo en un
edificio en construcción; a concertistas que provocan igniciones gracias a la
intensidad con la que interpretan sus piezas; a escritores primerizos que se
encuentran una pistola en su buzón de correos; a maridos que se desasosiegan
con el desajuste de los relojes digitales de su casa; a padres que se refugian
en un ardid cronológico para soportar la consunción de su hijo hospitalizado; a
dos jóvenes que se buscan afanosa y ciegamente por el mundo, como Horacio y La Maga se buscaban por París; a
adolescentes tristes que sufren penas de amor y leen a Goethe; o, en fin, a
poetas que se arraciman en un tren y que, tras un viaje agotador, se
enfrentarán a un destino turbulento e inopinado.
Como
profesor de instituto, permítanme que anote aquí una cita del relato
“Consuelo”, quizá el mejor de cuantos aquí se alinean. Un padre observa el
colegio donde sus hijos permanecen estudiando y reflexiona sobre “el zumbido de
la coacción social, gracias a la cual cientos de niños permanecen sentados y
encerrados en las aulas, y piensa en los años que sus hijos tienen por delante,
en las humillaciones que soportarán o que contemplarán, en el sordo
apaciguamiento en que consiste la educación, una gota malaya que cae sobre una
roca hasta que la horada, hasta que acaben aceptando que el conocimiento los
hace mejores sin saber que no, que se puede poner en pie un majestuoso monumento
de erudición y de sabiduría y ser al mismo tiempo un miserable”.
Todo
funciona en estos cuentos con la exactitud (formal y argumental) de un reloj
atómico, lo que no resulta escasa maravilla; y el libro se hace acreedor del
más agradecido de los aplausos. Se lo dedico puesto en pie.
1 comentario:
Yo también tengo las horas equivocadas: cuando hay que dormir tengo hambre, cuando hay que trabajar tengo sueño 😅😅😅
Sabes que me encantan los relatos, no puedo dejar pasar este en absoluto.
Besitos 💋💋💋
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